"El pensamiento moderno, la Filosofía del Renacimiento"- Luis Villoro/ Cap I, II, III, IV

Antes del Renacimiento el cosmos y la sociedad humana se presentaban bajo la figura de un orden finito, natural e infranqueable, en donde cada cosa tenía su sitio determinado según relaciones claramente fijadas en referencia a un centro (geográfico, político y espiritual). Los nuevos descubrimientos propician un gran auge del comercio consolidando a la burguesía. Empieza a resquebrajarse la arquitectura estamentaria de la sociedad; una palabra importante empieza a ser la función, las relaciones que rigen entre las cosas y entre los hombres, las funciones en que se encuentra el movimiento de un cuerpo respecto al movimiento de otro. Se relativizan la geografía, las creencias, se presenta una movilidad social nueva donde las cualidades personales y no la condición social son las que importan.
El hombre es visto como una acción que se da a sí mismo una esencia. Es lo que se hace, es la práctica transformadora, libremente asumida, para elegir su ser. Su condición corresponde más al campo de la posibilidad, anticipa un futuro y está abierto a un conjunto indeterminado de posibilidades. Por lo tanto, se encuentra sin saber claramente a qué atenerse y surge la inseguridad de la libertad; tenderá a cobijarse en un orden establecido donde ocupe un lugar seguro.
Los pensadores del Renacimiento descubren que el hombre es capacidad de disrupción, es decir, puede realizarse sin seguir sendas marcadas eligiendo para sí una realidad propia, "haciendo camino al andar". Esa idea, del hombre como individuo irremplazable, será uno de los rasgos del pensamiento moderno: el individualismo.
En el acto de realizarse, el hombre se sobrepone a la naturaleza para adecuarlo a sus necesidades, la reordena y está abierto a posibilidades ilimitadas. Por lo tanto, el resultado de su acción no es un mundo natural, sino histórico, pues se guía por propósitos que realizar en su práctica, hace que la realidad se eleve según su imagen ideal. Surge la concepción de que la marcha histórica tiene un fin que le otorga sentido. Es el germen de la noción del progreso de la humanidad.
Precisamente esta época, la modernidad, se caracteriza porque el hombre se convierte en medida y centro de todo ente. Esta homogeneidad de todos los entes estará condicionada por principios subyacentes a todos ellos. Solo de ese modo se podrá comprender, dominar y transformar las cosas conforme a la razón humana.

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