Amanda Lúgubre (Hildebrandt en sus Trece N°560)

 Cada día más idiota, la humanidad de las redes sociales no se pierde un capítulo de esa basura llamada "El juego del calamar", que es la versión coreano-mafiosa de la ya imbécil "Juegos del hambre". De lo que trata este nuevo "éxito" de Netflix es del sadismo con que a los descerebrados del planeta les gusta mirar cómo unos pobres diablos luchan por sobrevivir expuestos a un juego que es una masacre. Es la Roma del coliseo y de Calígula, pero virtual y con la firma de unos surcoreanos que saben que la brutalidad es lo que más vende en el mundo de mierda que hemos hecho. Cuando dentro de miles años algunos seres superiores nos estudien tapándose la nariz encontrarán en esta teleserie una de las expresiones más serias de nuestra decadencia. Y dejamos constancia de cómo es que la prensa de todos los colores, convenientemente aceitada, se ha prestado al juego de pintar "El juego del calamar" como un acontecimiento artístico. Mueránse.

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