Psicológicamente hablando, un recorrido por las maravillas de la mente- Adrián Bertrand, Jonathan Triglia, Regader García- Allen.

Nuestro cerebro se ha convertido en un sistema mental que simula lo que puede estar ocurriendo en otro sistema mental, que a su vez trabaja teniendo en cuenta otro sistema mental, y así podríamos alargar la serie hasta el infinito. Somos capaces de pensar en los pensamientos y los estados mentales (una habilidad llamada metacognición). La mayoría de los animales no tienen consciencia de sí mismos ni de los demás, en el sentido de que no saben que existen seres vivos con sentimientos, intenciones y maneras particulares de percibir la realidad; la mente de nuestra especie existe como tal porque estamos constantemente pensando en los demás y en cómo los demás piensan en nosotros. La capacidad de inferir la intención de alguien ofrece la posibilidad de mejorar la técnica de aquello que se ha visto hacer a otros en vez de repetir sus gestos sin entender el propósito que hay detrás de ellos. Esta facultad permitió, por ejemplo, que fuésemos perfeccionando la creación de herramientas, algo fundamental para la supervivencia de nuestra especie.

La psicología no apareció simplemente para atender problemas relacionados con la salud mental, sino que hunde sus raíces en un deseo mucho más general: el de conocernos mejor y el de utilizar esta información para nuestro provecho. Es la ciencia de la conducta y de los procesos mentales, porque intenta describir y explicar aspectos relacionados con las percepciones, los sentimientos, la manera de pensar y las acciones. Esta disciplina investiga e interviene sobre nuestra manera de percibir e interiorizar la realidad que nos rodea, pero también hace lo mismo con el modo en el que nosotros actuamos para modificar esta realidad mediante nuestras acciones. La filosofía estudia las ideas y sus relaciones entre ellas en un plano más bien teórico, la psicología se encarga de estudiar principalmente cómo se ponen en práctica estas ideas.

La psicología actual aspira a ir más allá de lo subjetivo, asume que más allá de nuestras consciencias hay una realidad objetiva a la que podemos aproximarnos para extraer conclusiones sobre nuestra mente y nuestra manera de comportarnos que, si bien no tienen por qué ser totalmente verdaderas, tienen una probabilidad relativamente alta de serlo.

Parece evidente que como seres humanos somos capaces de tomar decisiones muy complejas, pero en la práctica nuestra capacidad de elección depende de una cadena de circunstancias que resulta infinita: el lugar en el que nos encontramos, el tiempo que hace, las habilidades que tenemos y aquellas de las que carecemos, el modo en el que otros se relacionan con nosotros, lo que hemos comido unas horas antes... La idea de que como seres humanos podemos tomar decisiones por nosotros mismos parece evidente, pero en realidad no lo es en absoluto.

Nuestro comportamiento es en gran medida predecible, la mayoría de las personas que pertenecen a una misma cultura presentan muchas similitudes tanto en los aspectos relativos a su personalidad como en lo que concierne a sus capacidades mentales, y gran parte de las decisiones que debemos tomar a lo largo de la vida son las mismas que están tomando o deben tomar los demás. Por si fuese poco, la filosofía materialista aplicada a la psicología y las neurociencias es determinista, en el sentido de que niega la existencia del libre albedrío (el poder para tomar decisiones por uno mismo), ya que se considera que todo lo que hacemos, sentimos o pensamos forma parte de una serie de causas y efectos que nos conectan físicamente a todo lo demás.

Los conductistas tendían a rechazar la necesidad de que el estudio de la psique partiera de explicaciones sobre lo que ocurre en la mente de los individuos, y en vez de eso observaban las relaciones (contingencias) que existen entre los estímulos ambientales y las respuestas que emite el organismo estudiado.

Watson negó radicalmente el innatismo en todo aquello relacionado con las características psicológicas de los seres humanos. Creía que los bebés nacen como una tabula rasa (es decir, una pizarra en blanco) y que las diferencias en el comportamiento de las personas están causadas por las distintas experiencias que a cada uno le toca vivir, y llegó a asegurar que mediante técnicas de modificación de la conducta él mismo sería capaz de convertir a cualquier niño sano en el tipo de especialista o profesional que eligiera.

Los fenómenos mentales del estilo de los sentimientos o los pensamientos son formas de conducta como cualquier otra, no tienen por qué ser considerados como la causa de toda la conducta observable. Por muy internos y privados que sean, estos fenómenos psicológicos son, según Skinner, respuestas a estímulos externos, y no estímulos que generan respuestas.

Los esquemas cognitivos, que son algo así como cuadros de pensamiento creados a partir de experiencias previas y en los que se acomoda la nueva información que va llegando en tiempo real. Los esquemas cognitivos tienen mucho que ver con las creencias y la ideología de las personas, con su manera de entender la realidad. La psicología cognitiva, por lo tanto, se preocupa por recopilar información que permita describir y entender el funcionamiento de estos esquemas.

Las teorías psicológicas nunca se pueden demostrar lo suficientemente como para convertirse en verdades absolutas y universales, sino que expresan un grado de probabilidad de que algo ocurra. Por esta razón, la estadística es tan importante en psicología.

La psicología puede ser considerada, pues, como una ciencia inexacta basada en el uso de estimaciones probabilísticas, y con una vertiente que se adentra en el terreno de las ciencias sociales.

Los estados en los que nos encontramos nunca son reversibles; todo lo que vivimos nos afecta y nos modifica, y por eso nunca podremos ser hoy la misma persona que ayer. Eso explica que ciertas tendencias en nuestro comportamiento puedan existir en el momento actual, pero quizá desaparezcan dentro de unos años. La psicología llega a conclusiones que, aunque en muchos casos se basan en el estudio de temas abordables desde la biología, están relacionadas con nuestra historia vital.

Ni los pensamientos, ni las sensaciones ni las emociones existen de forma aislada; todo tiene lugar dentro de un cuerpo. Todos los procesos mentales y la capacidad para realizar todo tipo de acciones tienen su razón de ser no en el funcionamiento de «piezas del encéfalo» por separado, sino en la relación que las redes neuronales mantienen entre sí, independientemente de la estructura a la que pertenezca cada una de ellas, ya que las funciones del encéfalo no se producen en estructuras concretas y fácilmente localizables, sino en redes de células nerviosas que se van coordinando entre sí y que en un corto período de tiempo pueden estar participando en muchos procesos distintos.

La plasticidad neuronal es la capacidad del encéfalo para generar nuevas conexiones sinápticas capaces de responder a las demandas de cada contexto, aunque éstas sean imprevisibles. La plasticidad neuronal se basa en el hecho de que todo lo que hacemos y percibimos contribuye a que las redes neuronales se adapten a esa experiencia cambiando física y químicamente, en tiempo real; debilitándose ciertas relaciones entre neuronas y fortaleciéndose otras. Cada una de nuestras experiencias deja una huella en nuestras células nerviosas, así que aunque a simple vista todos los encéfalos se parezcan, a nivel microscópico todos tenemos un encéfalo totalmente distinto al de las otras personas (o, más bien, muchos encéfalos únicos a lo largo de un día), aunque tengamos hermanos gemelos. Todo lo que ocurre en el encéfalo debe entenderse como el trabajo de millones de neuronas que cooperan entre sí, y no como el fruto de partes individuales que ejecutan siempre una función determinada. La concepción que se tenía sobre el encéfalo humano pasó a ser un órgano formado por células que tenían la capacidad de actuar de manera relativamente autónoma, lo cual hizo que la idea de que el cerebro cambia físicamente de manera constante no resultase descabellada.

Como el comportamiento humano se caracteriza por ser flexible y por basarse en el aprendizaje de las experiencias pasadas, aquello que hace que persigamos distintos objetivos a lo largo de nuestra trayectoria vital debe basarse también en el aprendizaje. Por eso, a diferencia de otras formas de vida que actúan por instinto, los seres humanos tenemos una relativa libertad a la hora de interpretar por nosotros mismos aquello que nos hace falta y buscar soluciones creativas para satisfacer estas necesidades.

Los cambios fisiológicos y las emociones existen en una gran variedad de seres vivos, pero los miembros de nuestra especie, además, somos capaces de pensar en nuestra dimensión emocional y crear nuevos conceptos a partir de ellos.

Mientras que ciertas neuronas del prefrontal llevan información acerca de los objetivos abstractos y las recompensas a largo plazo, su región inferior del área prefrontal orbitofrontal y ventromedial contrarresta las señales que suben desde el sistema límbico para que no interfieran demasiado en la planificación de determinadas acciones.

El fundamento biológico de los conocimientos específicos no son células nerviosas específicas, sino distintas maneras de generar impulsos nerviosos que afectan a varias neuronas. Los recuerdos no serían tanto las neuronas como el modo en el que se relacionan a través de reacciones en cadena. Un cógnito es a la vez una red de neuronas y el patrón de activación que se genera en ellas. Los patrones de activación siempre están variando.

En una situación hipotética hay un grupo de neuronas repartidas homogéneamente y cada una de ellas tiene más o menos las mismas posibilidades de conectarse con cualquiera de las otras, esto cambiará en el momento en el que llegue a alguna de ellas un impulso nervioso. A partir de esa situación, los siguientes estímulos harán que se formen grupos de neuronas con más tendencia a cablearse juntas cuando se dan ciertas situaciones, porque estarán influidas por el modo en el que se conectaron en el pasado. Cada vez que se repita un patrón de activación, las conexiones entre las células que lo producen se verán más reforzadas, y las posibilidades de que se vuelva a repetir más adelante aumentarán o se mantendrán justamente por eso.

La idea principal es que todas las experiencias que hemos vivido en el pasado dejan una huella en nuestro cerebro, pero, paradójicamente, esta huella va cambiando constantemente a medida que las vivencias del presente se van integrando en la actividad de nuestro sistema nervioso. A su vez, todo lo que experimentamos en el presente lo vivimos a la luz de nuestros recuerdos, porque éstos han modificado físicamente nuestro encéfalo haciendo que ciertos grupos neuronales tengan mayor propensión a conectarse de un modo determinado. Lo que estamos percibiendo justo ahora no puede separarse de los recuerdos que han ido sedimentándose en nuestro cerebro.

El modo en el que se activa la periferia de una zona contiene información sobre cómo solían relacionarse las neuronas que se han perdido, y a partir de esta información se puede volver a reproducir el cógnito completo sobre otras neuronas.

Es el código genético el que pone ciertos límites a la plasticidad cerebral para que no podamos vernos influidos por cualquier experiencia de cualquier manera. Nuestra herencia no es sólo genética, sino también ambiental. Todos nacemos con genes parecidos, pero también nacemos con variables ambientales similares.

Los experimentos de Asch dan una versión pesimista acerca del papel que el conformismo tiene sobre la sociedad. A fin de cuentas, la existencia de consenso no garantiza que todos estemos en lo cierto sobre algunas cosas, y la conformidad puede hacer que, irónicamente, la existencia del propio consenso nos aleje de la verdad.

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