El ser y la conciencia- Sergey Rubinstein

Los fenómenos psíquicos ya por su origen aparecen, ante todo, vinculados al cerebro, pues surgen y existen únicamente como función o actividad de este último. La actividad psíquica es una actividad cerebral en función del mundo exterior, en respuesta a la acción que este ejerce sobre el cerebro.

El cerebro es solo el órgano de la actividad psíquica, pero no su fuente. La fuente de esta actividad es el mundo que actúa sobre el cerebro. La conexión de los fenómenos psíquicos con el mundo exterior aparece, pues, cuando se examina la que existe entre los fenómenos psíquicos y el cerebro y la relación gnoseológica de dichos fenómenos respecto al mundo objetivo.

Todo proceso psíquico tiene un aspecto cognoscitivo, pero no se reduce a él. Como regla general, el objeto reflejado en los fenómenos psíquicos afecta a las necesidades y a los intereses del individuo por lo que provoca en él determinada actitud emocional y volitiva (anhelos, sentimientos).

Las sensaciones y percepciones constituyen la imagen del objeto, pero su contenido gnoseológico no existe sin estar relacionado con el objeto.

Si admitiéramos que la actividad psíquica tiene su origen simplemente en una actividad inicial del cerebro determinada interiormente por la estructura de sus células, o que es fruto de la actividad puramente subjetiva del individuo tomado como tal y aislado del mundo circundante, resultarían luego vanos todos los intentos que se verificaran para restablecer el nexo- roto en un principio- entre la actividad psíquica y el mundo exterior.

En la concepción materialista dialéctica del determinismo todo influjo es considerado interacción. El efecto de una causa externa depende no solo del cuerpo donde dicha causa se origina, sino también del cuerpo sobre el que la acción se verifica. Las causas externas actúan a través de condiciones internas (formadas en dependencia de influjos externos).

La naturaleza interior de los fenómenos constituye el “prisma” a través del cual unos objetos y fenómenos se reflejan en otros.

La reducción de las formas superiores a las inferiores haciendo caso omiso de las particularidades específicas de las primeras nos sitúa en el plano del materialismo mecanicista, la proyección de las particularidades específicas de las formas superiores a las inferiores nos sitúa en el plano propio del idealismo.

La variedad del monismo que pretende ser neutral, respecto al materialismo y al idealismo, es la semántica, el concepto de significado, de símbolo.

Según Freud, todo lo psíquico se determina siempre por lo psíquico, considera los fenómenos psíquicos como lo primario y las transformaciones somáticas como lo secundario. El problema de lo psíquico queda enfocado en un sentido espiritualista, y esto es lo que une el freudismo con la ideología religiosa, de modo semejante a como en la esfera política, práctica, el freudismo atrae a los círculos reaccionarios porque presenta como invariable la naturaleza psíquica y estima que los instintos orgánicos del ser humano, sus pasiones, determinan por entero la conducta del hombre, lo mismo en la vida privada que en lo social.

El conocimiento constituye la elucidación del ser por parte del sujeto, quien existe no porque piensa y entra en conocimiento de las cosas, sino que piensa y entra en conocimiento de las cosas porque existe.

Los fenómenos psíquicos surgen durante el proceso de acciones recíprocas que se produce entre el sujeto y el mundo objetivo, proceso que se inicia con la acción de las cosas sobre el individuo.

El reflejo no es una imagen estática, fruto de la recepción pasiva de la acción mecánica de los objetos; el reflejo de la realidad objetiva es, de por sí, un proceso, una actividad del sujeto, en el transcurso de la cual la imagen del objeto va haciéndose cada vez más adecuada al objeto.

Todo proceso es determinado por las condiciones objetivas externas y se refracta a través de las leyes internas del proceso dado.

La imagen, la idea (concepto, pensamiento, en su contenido gnoseológico, no puede desligarse del objeto, de la realidad objetiva que existe independientemente de las imágenes y de las ideas; pero tampoco coinciden con su objeto de manera directa, inmediata, se modifican en el proceso cognoscitivo como resultado del análisis y de la síntesis, de la abstracción y de la generalización por medio de las cuales el pensamiento va descubriendo nuevas facetas del ser, de su objeto.

Una vez convertidos en realidad objetiva por medio de la palabra, los productos de la actividad cognoscente del hombre (imágenes sensoriales, pensamientos, ideas) pasan a ser, ellos mismos, en objetos del pensar. La interrelación y la interdependencia de las ideas y de los conceptos hace a unas y a otros hasta cierto punto independientes de la actividad pensante del sujeto (y del contenido empírico dado de un objeto singular).

Todo contenido ideal del saber constituye, al mismo tiempo, un reflejo del ser y un resultado de la actividad cognoscitiva del sujeto.

En el proceso de su desarrollo individual, el hombre llega a dominar la gramática de su lengua vernácula no comenzando por el estudio de las reglas gramaticales y su aplicación, sino de manera práctica. Ello se debe a que es la estructura gramatical del idioma en sí (y no las reglas de gramática que le reflejan) lo que determina la estructura gramatical del habla. Los conocimientos gramaticales que después se adquieren solo ayudan a comprender la estructura gramatical del habla y a controlarla. De modo semejante, el hombre, el niño, en el transcurso de su desarrollo mental, aprende a pensar de acuerdo con las leyes de la lógica a medida que va asimilando el sistema de conocimientos científicos que poseen una estructura lógica, reflejo de la lógica objetiva de las cosas.

La verdad objetiva es el conocimiento de una cosa adecuado a la cosa misma, es un conocimiento cuyo contenido expresa las propiedades de la cosa, propiedades que esta posee independientemente de la arbitrariedad y “del punto de vista” del ser cognoscente.

No hay duda de ningún género de que el color del objeto es expresión de propiedades objetivas de la superficie del objeto en virtud de las cuales dicha superficie absorbe unos rayos y refleja los otros. La forma en que se manifiesta tal propiedad de la superficie del cuerpo, como color, es también objetiva, dado que precisamente en forma de color es como se presenta en su interacción con los ojos.

El carácter objetivo de la verdad no radica en el hecho de que este se haya descubierto independientemente de la actividad cognoscitiva del sujeto, sino en el hecho de que lo descubierto por el sujeto gracias a su actividad cognoscente es adecuado al objeto.

El carácter subjetivo de lo psíquico significa que lo psíquico es una actividad del sujeto. La percepción subjetiva de las cosas es un peldaño – por lo demás indispensable- en el camino del conocimiento objetivo.

La fuente principal de toda clase de errores radica en el hecho de que el contenido del conocimiento se desliga de las condiciones en que surge y se relaciona con otras condiciones.

La mejor manera de superar el subjetivismo radica en comprender bien lo subjetivo como forma en que lo objetivo se manifiesta, no en negar la existencia de lo subjetivo. Se trata de sacar los subjetivo de aislamiento que lo empobrece, a consecuencia de los cual pierde inevitablemente su consistencia; se trata de poner de manifiesto los dilatados horizontes del mundo y hacerlos accesibles a la subjetividad del hombre, se trata de fortalecer los vínculos entre “el mundo interior” del individuo y el gran mundo de la humanidad, el universo.

En el interior del pensamiento abstracto se encuentra siempre cierto contenido sensorial, por reducido que sea, formando como el reverso de dicho pensamiento abstracto.

La representación por la que se mueve el proceso de cognición, al pasar de lo sensorial a lo abstracto y de lo abstracto a lo sensorial, se acercará más a la verdad si la concebimos como una espiral sin fin: después de cada alejamiento, sigue un nuevo regreso a lo sensorial; mas el punto al que, en virtud de esas vueltas reiteradas, llega el conocimiento, se desplaza constantemente hacia adelante, pues se va sedimentando sin cesar en lo sensorial, en la percepción de la realidad, lo que se ha descubierto en el proceso de la cognición abstracta.

Todo conocimiento es a la vez objetivo y subjetivo. No puede entenderse la percepción como únicamente subjetiva y considerar que lo objetivo es exclusivo del pensamiento. No obstante, lo objetivo y lo subjetivo del pensamiento tienen carácter distinto al de lo objetivo y subjetivo de la percepción.  El que la percepción sea objetiva significa, en primer lugar, que lo que nosotros percibimos no son sensaciones y percepciones, sino el objeto de las mismas; por medio de las sensaciones y de las percepciones entramos en conocimiento de las cosas. Mas en las sensaciones y en las percepciones lo que se nos da de modo inmediato es el efecto sumario de la acción recíproca que se establece entre el sujeto y el objeto. En la imagen sensorial, la cosa aparece siempre transformada a tenor de las condiciones de su percepción por parte del sujeto.

El conocimiento de las cosas que percibimos sensorialmente constituye un complejo de elementos sensoriales y no sensoriales, abstractos, fundidos en un todo. Tenemos que el conocimiento sensorial, enriquecido con los resultados del conocimiento de lo abstracto, puede alcanzar un conocimiento de lo esencial, de lo general, en una medida sensiblemente mayor al de las posibilidades del conocimiento sensorial tomado de por sí y aisladamente. Mas este hecho no refuta, sino que confirma la necesidad objetiva de que se pase del conocimiento sensorial al pensamiento abstracto.

El análisis de los datos empíricos y la síntesis de los datos obtenidos por el análisis, llevan, en último término, a la formación de la teoría, nos permiten obtener un conocimiento teórico de los fenómenos empíricos.

La esencia de una cosa no es más que la base- incluida en la cosa misma- de todos los cambios que en ella ocurren al entrar en conexión con otras cosas y al establecerse entre unas y otras influencias recíprocas.

El análisis estriba en diferenciar las relaciones de dependencia que se entrecruzan en la superficie de los fenómenos percibida de modo sensorial e inmediato, consiste en hacer abstracción de las circunstancias accesorias y en poner de manifiesto las propiedades “internas” y específicas de los fenómenos en sus conexiones sujetas a ley. La síntesis constituye una operación mental o un conjunto de operaciones mentales por medio de las que se verifica el paso inverso, desde los conceptos abstractos y desde las proposiciones obtenidas por el análisis, hacia el restablecimiento mental de los fenómenos observados directamente- ahora ya analizados- y hacia la explicación de los mismos.

La realidad objetiva no se encuentra “al otro lado” de la sensación y de la percepción; sensaciones y percepciones no se hallan desgajadas de ella. El que se produzca una sensación, una percepción, significa que la “cosa en sí” se convierte en cosa para nosotros. En la sensación y en la percepción se nos dan las propias cosas. Ahora bien, tampoco cabe la menor duda de que en ellas la realidad objetiva se da tal como aparece en su “superficie” dirigida al sujeto.

En los distintos idiomas, que han fijado de manera diversa los resultados del análisis y de la síntesis, de la diferenciación y de la generalización, se exige un distinto trabajo complementario para el pensamiento que se formula en el habla.

En el aspecto semántico, la lengua constituye un determinado sistema de análisis, síntesis y generalización de fenómenos, fijado en el transcurso del desarrollo histórico del pueblo. (Cuando aprende a hablar en su lengua vernácula, el niño realiza, precisamente, esta adquisición, en el aspecto intelectual: hace suyo un determinado sistema de análisis, de síntesis y de generalización de los fenómenos del mundo que le rodea.

El pensamiento se basa en la lengua y toma forma en el habla, no existe sin la envoltura de la lengua. Sin embargo, pensamiento y habla no coinciden. Hablar todavía no significa pensar. (Esta es una verdad trivial, que se confirma en la vida con excesiva frecuencia). Pensar significa entrar en conocimiento de algo; hablar significa ponerse en comunicación con alguien. Integrado en la cognición, el pensamiento presupone el habla, en la que encuentra su envoltura, constituida por elementos de la lengua; integrada en la comunicación, el habla presupone el trabajo del pensar: la comunicación verbal por medio de la lengua constituye un intercambio de pensamientos para la comprensión mutua.

Los anhelos y los deseos, las emociones y los sentimientos, surgen porque los objetos y los fenómenos de la realidad que en nosotros se reflejan afectan a nuestras necesidades e intereses y constituyen expresión de nuestro vínculo con el mundo, de la atracción que este ejerce sobre nosotros.

Los anhelos y sentimientos del hombre son determinados no unilateralmente, desde el interior, sino por la interrelación que existe entre el individuo y el mundo exterior; constituyen no un estado subjetivo del individuo, desvinculado del mundo exterior, sino que expresan la relación que se da entre el individuo y el mundo, el lazo que con este une al primero. Dicho metafóricamente: constituyen las fuerzas de atracción y repulsión que surgen entre el individuo y los fenómenos de la realidad en el proceso de su interacción. En su conjunto, la actividad psíquica constituye el lazo que une al individuo con el mundo objetivo y no es la expresión puramente subjetiva del sujeto aislado, cerrado en sí mismo y apartado del mundo.

El reflejo cerebral, según Séchenov, es un reflejo aprendido, es decir, no es innato; se adquiere en el decurso del desarrollo individual y se halla en relación de dependencia respecto a las condiciones en que se forma.

La concepción de la actividad psíquica como actividad refleja significa que: 1)los fenómenos psíquicos surgen en el proceso de interacción que se establece entre el individuo y el mundo circundante, 2) son inseparables de la actividad nerviosa material del cerebro gracias a la cual dicha interacción se verifica.

El hombre que tiene conciencia de las vivencias que determinan su conducta, obra de modo distinto al modo de obrar de quien no tiene dicha conciencia.

El origen de la conciencia como forma específicamente humana de reflejar la realidad se halla indisolublemente vinculado a la lengua: la lengua es condición necesaria para que surja la conciencia. Adquirir conciencia de una cosa significa reflejar la realidad objetiva por medio de significados generalizados que se han objetivado en la palabra y se han elaborado socialmente.

La proposición cardinal de Séchenov respecto a la concepción de lo psíquico como reflejo estriba en reconocer que el contenido de la actividad psíquica como actividad refleja no se infiere de “la naturaleza de los centros nerviosos”, sino que es determinada por el ser objetivo, que da origen a una imagen.

La propiedad esencia del segundo sistema de señales estriba en que para él el estímulo radica en la palabra: medio de comunicación, sustento de la abstracción y de la generalización, realidad del pensamiento.

El segundo sistema de señales no es la lengua ni la palabra como tal en su calidad de unidad de lengua, sino el sistema de conexiones y de reacciones que se engendran en la palabra como estímulo.

En virtud del carácter reflejo de la actividad psíquica, los fenómenos constituyen un reflejo de la realidad que actúa sobre el cerebro. La actividad refleja del cerebro es determinada por las condiciones externas que actúan a través de las condiciones internas.

La verdadera ciencia no se para, se halla en movimiento constante, lo mismo que el pensamiento del hombre. No conoce más que paradas temporales. Siempre se encuentra en camino. Cuanto ya se ha hecho, no constituye más que una etapa en dicho camino, no es más que un peldaño que nos permite seguir penetrando en la esencia de los fenómenos y elevarnos hacia nuevas cimas del saber.

El significado de lo que acontece “refuerza” la asociación, dicho significado, a su vez, queda señalado por las circunstancias que entran en conexión asociativa con lo que acontece. Para que se forme una conexión asociativa, es necesario que posea esta significado para el hombre.

La actividad refleja del cerebro es una actividad analítico-sintética. El análisis y la síntesis constituyen su composición básica, su esqueleto. La concatenación de conexiones, de asociaciones, constituye la forma más general de síntesis de elementos delimitados por medio del análisis.

Las leyes fisiológicas de los procesos nerviosos, al extender su acción sobre los fenómenos psíquicos, adquieren en estos una expresión de formación nueva y específica, la cual, a su vez encuentra su expresión en las leyes de la psicología. Con otras palabras: los fenómenos psíquicos siguen siendo fenómenos psíquicos específicos, pero a la vez aparecen como una manifestación de las leyes fisiológicas, de modo semejante a como los fenómenos fisiológicos siguen siendo tales fenómenos al presentarse como resultado de las investigaciones bioquímicas y como forma en que se manifiestan las leyes de la química.

Las condiciones de vida no constituyen de por sí el medio ambiente, sino el sistema de relaciones reales a las que el hombre se incorpora; el medio social se presenta al hombre como el conjunto de condiciones sociales objetivas en las que el hombre ha de ocupar un lugar determinado.

La imagen del objeto refleja al objeto mismo que se pone de manifiesto en la acción y lo refleja tal como aparece en la acción que con él realiza el hombre.

El significado señalizador que para el sujeto, para su actividad, adquieren uno u otros fenómenos de la realidad objetiva, constituye una condición necesaria para que dichos elementos se incluyan en nexos asociativos y para que el sujeto los recuerde.

El lenguaje-surgido a base del trabajo y de la necesidad de comunicación que él engendra- introdujo un nuevo principio en la actividad de la corteza cerebral, formó un segundo sistema señalizador de la realidad exclusivo del hombre.

La estructura fonemática de los idiomas nacionales cambia con el devenir histórico.

Tanto el desarrollo del pensar como el de la lengua se hallan vinculados a toda la actividad práctica del hombre, actividad que condiciona dicho desarrollo.

Con el cambio del régimen social, de su base-de sus relaciones de producción- cambia también el contenido correspondiente de los procesos psíquicos, es decir, se hacen otros los sentimientos y las ideas de las personas, sentimientos e ideas ligados a las relaciones sociales.

Lo común a todos los fenómenos psíquicos estriba en el hecho de que todos ellos constituyen un reflejo de la realidad verificado por el cerebro: lo específico de la psique del hombre estriba en que, en él, dicho reflejo se halla mediatizado por los social (por el segundo sistema señalizador de la realidad).

En la psicología de cada individuo existen rasgos comunes a todos los hombres; pero no se da ningún “hombre general” abstracto cuya psicología esté compuesta solo de rasgos o propiedades generales humanos; en la psicología de cada individuo existen rasgos específicos vinculados al régimen social y a la época en que el individuo vive; son rasgos típicos originados por el régimen social y por la época dados.

No cabe reducir la acción a su parte ejecutiva, en la acción entra, necesariamente, una parte sensorial, cognoscitiva, un proceso aferente desde la periferia, desde el exterior; entran el análisis y la síntesis de las señales sensoriales procedentes de la parte periférica del organismo, señales que sirven para regular las acciones.

Gracias a la actividad psíquica como cognición de la realidad, el hacer práctico de las personas se acomoda a las complejas exigencias que las condiciones objetivas presentan a dicho hacer. A la vez, mediante la actividad psíquica como actividad emocional, volitiva, que se manifiesta en forma de tendencias, deseos y sentimientos, de determina el significado de los fenómenos para el individuo, su actitud respecto a dichos fenómenos, el modo de responder a ellos por parte del individuo en cuestión en las circunstancias dadas.

La forma básica de existencia de lo psíquico estriba en su existencia como proceso, como actividad. Esta tesis se halla directamente ligada a la concepción de la actividad psíquica como actividad refleja, a la afirmación de que los fenómenos psíquicos surgen y existen solo en el proceso de la interacción ininterrumpida de estímulos; este responde con sus acciones, y cada acción se halla sujeta a condiciones internas formadas en dependencia de las influencias externas que determinan la historia del individuo dado.

La actividad psíquica como tal pertenece directamente al mundo natural; es función de la materia altamente organizada, del cerebro. Desvincular de la naturaleza, de la materia, del cerebro, la actividad psíquica, es algo que va en contra de su propia esencia.

Al estudiar la actividad psíquica o los procesos psíquicos es muy importante tener en cuenta- como cuestión de principio- que, por lo común, dichos procesos se verifican simultáneamente en distintos niveles, y que, por otra parte, no es justa la contraposición externa de los procesos psíquicos “superiores” a los “inferiores”, puesto que todo proceso psíquico “superior” presupone los “inferiores”, que le sirven de base.

Los procesos psíquicos se hallan siempre relacionados entre sí y constituyen un todo único. Toda actividad cognoscitiva, todo proceso mental tomado en su realidad concreta se verifica al mismo tiempo en distintos niveles, en varios planos.

Lo que ocurre con los motivos de la conducta es análogo. Al explicar una acción humana, cualquiera que sea, es necesario tener en cuenta que se dan acicates de diferente nivel y plano en concatenación real y en compleja interconexión. En este caso, pensar en un solo plano, buscar los motivos de la acción en un solo nivel, en una sola dimensión, significa renunciar de antemano a la posibilidad de comprender la psicología de las personas y de explicar su conducta.

Las cosas y las personas que nos rodean, los fenómenos de la realidad, los acontecimientos que se producen en el mundo, afectan de uno u otro modo a las necesidades y a los intereses del sujeto que los refleja. Por este motivo los procesos psíquicos tomados en su integridad concreta no son únicamente procesos cognoscitivos, son, además, procesos “afectivos”, emocionales y volitivos. No expresan solo un conocimiento de los fenómenos, sino que traducen, también, una actitud hacia ellos; en los procesos psíquicos se reflejan los fenómenos y el significado que estos poseen para el sujeto que los refleja, para su vida y actividad.

Se trata de una formación compleja que, en una u otra medida, incluye siempre la unidad de dos componentes contrapuestos, uno de los cuales representa un conocimiento y el otro una actitud, uno es intelectual y el otro es “afectivo”.

Según el nivel de regulación, los movimientos y las acciones del hombre se dividen en involuntarios y voluntarios; estos últimos se producen en el nivel del segundo sistema señalizador y se hallan regulados por un contenido ideológico objetivado en la palabra, contenido que se forma en el proceso de la vida social.

En todo acto volitivo siempre participan de una u otra manera en calidad de resonadores o de armónicos, no solo reforzándolo o debilitándolo, sino también modificándolo cualitativamente, todas las tendencias que forman parte del carácter psíquico de la persona; por esta razón todo acto volitivo, tomado en su aspecto concreto, expresa no solo la incitación ligada al fin de un acto volitivo dado, sino además- de manera más o menos adecuada- a la persona dada.

El proceso de formación de la conciencia está vinculado al del alumbramiento de una nueva forma del ser- del ser humano-, de una nueva forma de vida; el sujeto de esta nueva forma de vida es capaz de rebasar los límites de su existencia solitaria  y hacerse cargo de su relación con el mundo, con los demás seres humanos; es capaz de subordinar su vida a unas obligaciones, de hacerse responsable de los hechos en que ha participado y de lo que ha dejado de hacer; el sujeto de dicha nueva forma de vida puede plantearse problemas, puede modificar el mundo, en vez de adaptarse simplemente a las condiciones de vida que le son dadas; en una palabra es capaz de vivir tal como vive el hombre y solo él.

La conciencia presupone siempre una actitud cognoscitiva respecto a un objeto que se encuentra fuera de la propia conciencia.

El vínculo entre la conciencia y lenguaje es, por tanto, íntimo y necesario. Sin lengua no hay conciencia. La lengua es la forma social de la conciencia del hombre en su condición de ser social.

No es la palabra por sí misma lo que constituye el eje de la conciencia, sino los conocimientos socialmente acumulados y objetivados en la palabra. La palabra resulta esencial para la conciencia precisamente porque en ella se sedimentan, se objetivan, y a través de ella se actualizan los conocimientos gracias a los cuales el hombre adquiere conciencia de la realidad.

Sentimiento inconsciente no quiere decir sentimiento del que no se tenga vivencia; el sentimiento es inconsciente cuando no se ha entrado en conocimiento de la causa que lo provoca ni del objeto hacia el que dicho sentimiento se orienta. El hombre tiene la vivencia real del sentimiento incluso cuando este no es consciente; la realidad de su existencia como hecho psíquico radica en su acción, en su participación real en la regulación de la conducta, de las acciones y del comportamiento del individuo.

La conciencia, como lo psíquico en general, sirve la “regular” la conducta, para hacer que esta se halle en consonancia con las necesidades de las personas y con las condiciones objetivas en que dicha conducta se manifiesta.

Libertad y necesidad, en la vida del hombre, se hallan conexionadas entre sí: por una parte, las circunstancias determinan la vida del hombre; por otra, el hombre mismo modifica las circunstancias de su vida. Las acciones del hombre dependen de las condiciones objetivas de su vida a la vez que las modifica.

El conocimiento de las leyes (de la naturaleza y de la vida social) que enlazan el decurso de los acontecimientos con determinadas condiciones permite orientar el curso de los acontecimientos en el sentido deseable para el hombre modificando de modo adecuado las condiciones aludidas. Dicha posibilidad es distinta según sean las condiciones de la vida social. La libertad como dominio de las personas sobre el decurso de sus vidas se eleva sensiblemente al pasar de la desorganizada espontaneidad imperante en el régimen capitalista e individualista a la planificación propia de la sociedad socialista.

El principio de que la libertad es “tener conciencia de la necesidad” constituye el primer paso en la solución del problema concerniente a la libertad y a la necesidad. Delimita la libertad de la arbitrariedad subjetiva, y subraya el carácter primario de las condiciones objetivas que han de ser tenidas en cuenta, ante todo, por el hombre, al realizar este una actividad, cualquiera que sea. Querer presentar la libertad del hombre como absoluta, al margen de la necesidad objetiva, significa convertirla en una ficción vacía. La necesidad objetiva constituye el límite de la libertad humana, y en el marco de dicho límite se encuentra la realidad de esta última.

La libertad y la necesidad constituyen un problema específico de la existencia humana. El hombre es un ser finito, limitado, dependiente de circunstancias objetivas y afectado por ellas, y, a la vez, es un ser activo, que modifica dichas circunstancias, que transforma el mundo; se subordina a la necesidad y, a la vez, es libre. En principio puede-y por tanto debe- aceptar la responsabilidad de todo cuanto hace y de todo cuanto deja de hacer… toda falla en la apreciación de las consecuencias de los que un individuo realiza implica una actitud irresponsable o insuficientemente responsable del hombre respecto a lo que hace.

Propiedad psíquica es la facultad que tiene el individuo de responder con determinadas actividades psíquicas y de modo sujeto a ley, a unas influencias objetivas concretas.

Según la concepción psicomorfológica, las aptitudes del hombre responden a disposiciones particularmente morfológicas de su organismo, por lo que la persona estaría predestinada a dedicarse a una determinada profesión. De este modo se han creado las premisas teóricas que llevan a despreocuparse de la formación de las personas, del desarrollo de sus facultades, y a pensar esencialmente en la “selección” de las personas que en virtud de ciertas condiciones dadas espontáneamente resultan aptas para determinadas profesiones. En la sociedad capitalista, la función más importante del psicólogo estriba en realizar dicha selección. Ello resulta posible debido a que en la sociedad capitalista existe un ejército permanente de sin trabajo. El hombre se convierte así en una especie de materia prima para la producción, cuyo fin es obtener beneficios máximos.

El tema del hombre es importantísimo en el plano filosófico y, ante todo, ético (lo ético no se reduce, a nuestro modo de ver, a la moral en el sentido de moralización, en el sentido de sermón de circunstancias; el problema de lo ético es el de la esencia misma del hombre en su relación con los demás hombres).

En la interconexión de las condiciones externas e internas, el papel principal corresponde a las primeras, pero el problema fundamental de la psicología estriba en poner de manifiesto el papel de las condiciones internas.

Aunque existen leyes de motivación comunes a todas las personas, en contenido concreto de los motivos, la correlación entre motivos sociales y personales cambian en las personas al modificarse el régimen social. En cada persona se presentan en refracción individual en dependencia de correlaciones internas y externas que son específicas para ella. En virtud de esta correlación con las condiciones internas, unas mismas condiciones externas iguales-por lo menos formalmente (por ejemplo, las condiciones de vida y educación para los hijos de una misma familia)- resultan en esencia, por su sentido vital, distintas para el individuo. En la historia individual del desarrollo se van formando las propiedades individuales o particulares de la persona.

La importancia de la persona es determinada no tanto por las propiedades que posee, tomada de por sí, cuanto por la trascendencia de las fuerzas histórico-sociales de que ella es portadora, por los hechos reales que la persona lleva a cabo gracias a dichas fuerzas. La distancia que separa una personalidad histórica de un hombre corriente es determinada no por la correlación de sus propiedades naturales tomadas por sí mismas, sino por la trascendencia de los hechos que la personalidad histórica lleva a cabo-en virtud de sus facultades naturales dadas y, además, por la convergencia de determinadas circunstancias del desarrollo histórico y de su propia vida-.

El hombre es una individualidad porque se dan en él propiedades especiales, únicas, que no se repiten; el hombre es persona en virtud de que determina conscientemente su actitud respecto a lo que le rodea. El hombre es persona porque tiene faz propia. De ahí que para el individuo como persona posea un significado tan fundamental la conciencia, pero no solo como saber, sino, además, como actitud. Sin conciencia, sin la facultad de adoptar conscientemente una determinada posición, la persona no existe.

En los exámenes que se realizan en base a test se juzga del intelecto como aptitud partiendo del resultado a que llega el individuo sin tener en cuenta el proceso que lleva a dicho resultado.

A medida que, al cambiar el mundo, las personas adquieren de él un mayor conocimiento, la conciencia del hombre abarca de una manera más completa al mundo en la interconexión de sus fenómenos y se convierte cada vez en mayor medida en una autoconciencia del mundo; el mundo adquiere conciencia de sí mismo a través del hombre.

En el juego de influencias recíprocas que se dan entre las condiciones externas y las internas, es a las primeras a las que corresponde el papel principal. Las condiciones internas a través de las cuales en cada momento dado sufren modificaciones los estímulos externos que actúan sobre la persona, se formaron, a su vez, según influencias externas anteriores. Resulta, por ende, que el principio concerniente a la dependencia en que se halla el efecto externo respecto a las condiciones internas implica que el efecto psicológico de cada excitante externo sobre el individuo se encuentre condicionado por el desarrollo histórico de este último, por las leyes internas de dicho desarrollo histórico.

Es evidente, además, que el término “interno” utilizado nada tiene en común, por su significado, con la acepción que se le da en psicología introspectiva, para la cual dicho término posee un valor netamente subjetivo. Su sentido se halla por completo vinculado al que adquiere en el estudio de la correlación existente entre lo externo y lo interno con un criterio dialéctico-materialista.

El análisis se halla vinculado a la síntesis. Uno y otra se condicionan mutuamente. El análisis de un objeto, de un problema, etc., presupone siempre una síntesis, pues se lleva a cabo poniendo en relación el objeto, problemas, etc., con otro objeto, con otro problema, etc.

La síntesis pasa sin cesar al análisis, y recíprocamente. Análisis y síntesis se correlacionan en todo el proceso del pensar. Por sintética que se la especificación conceptual de un fenómeno, cualquiera que sea, constituye de todos modos por una parte un producto del análisis de la realidad, y por otra de la abstracción de varias de sus facetas. De modo análogo: por más que se extienda el análisis que lleva a un concepto, cualquiera que sea, este último encierra en sí un nexo, sujeto a ley (síntesis), de los aspectos esenciales del fenómeno. Cuanto más lejos se llega en el análisis, tanto más amplia resulta la síntesis realizada por la generalización que en sí contiene el concepto.

Reducir el pensamiento a un conjunto de operaciones y hacer caso omiso del proceso de pensar, significa eliminar el propio pensamiento.

Desde el punto de vista pedagógico parece que lo esencial radica en lo que el alumno conoce y saber hacer. No cabe duda de que esto es importantísimo. Para la pedagogía, empero, es igualmente de capitalísima importancia el descubrimiento de las leyes de la evolución psíquica. Tan solo partiendo del conocimiento de dichas leyes, el pedagogo se halla en condiciones no ya de enseñar, sino de desarrollar y formar el pensamiento, además de comunicar sentimientos. Sin formar el pensamiento del educando, no asimilará este los conocimientos que se le enseñan, pues dicha asimilación es imposible sin el análisis y la generalización de estos últimos.

La acción como acto íntegro comprende necesariamente procesos psíquicos que reflejan la realidad y regulan la acción, la parte ejecutiva del acto, el movimiento.

En el transcurso del pensar y a consecuencia de incluir en nuevas relaciones a los elementos del problema, a los objetos del pensar, aparecen en ellos mismos nuevos contenidos objetivos.

La actualización o descubrimiento del principio correspondiente constituye la primera etapa de la solución del problema; la segunda es la aplicación del principio. Aplicar un principio, una proposición general a un problema, significa analizar este último relacionándolo con aquel.

La fórmula del silogismo, como todas las de la lógica formal, expresa y ha de expresar no el proceso del pensar, sino las condiciones (necesarias, pero no suficientes) que ha de reunir el resultado de dicho proceso cuando el pensamiento es adecuado a su objeto.

Si el pensar es un proceso, se debe precisamente a que, al estar condicionado por el objeto, a cada paso descubre una nueva faceta de este último, y el cambio del objeto condiciona, a su vez, de manera necesaria, el nuevo giro del pensar.

El gran problema estriba en la educación del pensamiento de modo que sea capaz no solo de dominar operaciones y procedimientos fijos, de los que pueda echarse mano ante una señal dada con anterioridad, sino, además, de descubrir nuevos nexos, nuevos procedimientos, y llegar a la solución de nuevos problemas.

Si se tienen en cuenta las condiciones internas que ponen al individuo en situación de aprovechar una u otra ayuda externa- ayuda que consiste en presentar al examinando eslabones aislados del análisis del problema-, dichas condiciones transforman los elementos externos en recursos del ulterior análisis, en condiciones internas del subsiguiente avance autónomo del pensamiento.

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