Discurso sobre el espíritu positivo- Auguste Compte

 31.—Considerada en primer lugar en su acepción más antigua y más común, la palabra positivo designa lo real, por oposición a lo quimérico: en este aspecto, conviene plenamente al nuevo espíritu filosófico, caracterizado así por consagrarse constantemente a las investigaciones verdaderamente asequibles a nuestra inteligencia, con exclusión permanente de los impenetrables misterios con que se ocupaba sobre todo su infancia. En un segundo sentido, muy próximo al precedente, pero distinto, sin embargo, este término fundamental indica el contraste de lo útil y lo inútil: entonces recuerda, en filosofía, el destino necesario de todas nuestras sanas especulaciones para el mejoramiento continuo de nuestra verdadera condición, individual y colectiva, en lugar de la vana satisfacción de una estéril curiosidad. Según una tercera significación usual, se emplea con frecuencia esta feliz expresión para calificar la oposición entre la certeza y la indecisión: indica así la aptitud característica de tal filosofía para constituir espontáneamente la armonía lógica en el individuo y la comunión espiritual en la especie entera, en lugar de aquellas dudas indefinidas y de aquellas discusiones interminables que había de suscitar el antiguo régimen mental. Una cuarta acepción ordinaria, confundida con demasiada frecuencia con la precedente, consiste en oponer lo preciso a lo vago: este sentido recuerda la tendencia constante del verdadero espíritu filosófico aobtener en todo el grado de precisión compatible con la naturaleza de los fenómenos y conforme con la exigencia de nuestras verdaderas necesidades; mientras que la antigua manera de filosofar conducía necesariamente a opiniones vagas, ya que no llevaba consigo una indispensable disciplina más que por una constricción permanente, apoyada en una autoridad sobrenatural. 

32.—Es menester, por último, observar especialmente una quinta aplicación, menos usada que las otras, aunque por otra parte igualmente universal, cuando se emplea la palabra positivo como lo contrario de negativo. En este aspecto, indica una de las más eminentes propiedades de la verdadera filosofía moderna, mostrándola destinada sobre todo, por su naturaleza, no a destruir, sino a organizar. Los cuatro caracteres generales que acabamos de recordar la distinguen a la vez de todos los modos posibles, sean teológicos o metafísicos, propios de la filosofía inicial. Esta última significación, que por otra parte indica una continua tendencia del nuevo espíritu filosófico, ofrece hoy una importancia especial para caracterizar directamente una de sus principales diferencias, no ya con el espíritu teológico, que fue, durante mucho tiempo, orgánico, sino con el espíritu metafísico propiamente dicho, que nunca ha podido ser más que crítico. 

Ahora bien; respecto a esto, el conjunto de la filosofía positiva demuestra plenamente, como puede verse en la obra indicada al comienzo de este Discurso, que este perfeccionamiento consiste esencialmente, sea para el individuo o para la especie, en hacer prevalecer cada vez más los atributos eminentes que distinguen más nuestra humanidad de la mera animalidad; es decir, de un lado, la inteligencia; de otro, la sociabilidad, facultades naturalmente solidarias, que se sirven mutuamente de medio y de fin.

 64.—Cuando estas diferentes tendencias, mentales y morales, hayan obrado de modo conveniente, habrá de ser, pues, entre los proletarios donde mejor se realice esa propagación universal de la instrucción positiva, condición indispensable para el cumplimiento gradual de la renovación filosófica. También es entre ellos donde el carácter continuo de un estudio semejante podrá llegar a ser más puramente especulativo, porque se encontraráallí más exento de aquellas miras interesadas que llevan a él, más o menos directamente, las clases superiores, preocupadas casi siempre de cálculos ávidos o ambiciosos.

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