Mindfulness. La lámpara de la mente- Ramiro Calle
Como reza una antigua enseñanza, lo importante no es lo que la experiencia haga con uno, sino lo que uno es capaz de hacer con la experiencia. Una persona no se vuelve ni libre ni sabia interiormente, por mucha experiencia que tenga, si no ha sabido transformarse a partir de esa experiencia.
Así como la imaginación creativa,
artística o constructiva es un regalo, la imaginación incontrolada puede
producir mucha confusión, miedo y aflicción. Ese tipo de imaginación puede
adelantar y concebir momentos muy ingratos del futuro. La persona no sabe si
esos momentos llegarán, y, si llegan, quizá pueda encontrar los recursos
internos necesarios para afrontarlos, pero, de forma totalmente innecesaria, ha
adelantado el sufrimiento.
La ofuscación nos hace tomar lo
insustancial por esencial y lo banal por importante. Nos hace adoptar puntos de
vista equivocados y obstaculiza la comprensión clara.
Una mente libre de juicios y
prejuicios, menos encasillada y con una visión más amplia y penetrativa, nos
armoniza con el instante, con la vida en su conjunto, con lo que es y no con lo
que debería ser.
El estar atento en el presente
ayuda a mantener la mente fresca, los sentidos perceptivos y la energía más
estimulada.
La ecuanimidad no es en ningún
caso fatalismo, sino aceptación consciente de lo inevitable mediante un ánimo y
una actitud más equilibrados.
La vigilancia hace surgir los
pensamientos saludables que están latentes. Hace también que los pensamientos
nocivos que ya habían nacido desaparezcan. En el que está alerta, los buenos
pensamientos potenciales nacen y los malos pensamientos actuales se desvanecen.
Monjes, no conozco nada tan
poderoso como el esfuerzo para evitar que nos invadan la pereza y la apatía
cuando aún no se han insinuado en nosotros; o si ya están en nosotros, para
desembarazarnos de ellas. Quien se esfuerza intensamente impide la aparición de
la apatía y la pereza, y si ya aparecieron, las destruye.
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