Cómo descifrar los misterios de la personalidad- Samuel Barondes

Existen dos grandes accidentes de nacimiento influyen mucho en el proceso evolutivo que construye los circuitos cerebrales que controlan nuestras combinaciones distintivas de rasgos y patrones: el conjunto específico de genes con los que casualmente nacemos y el mundo específico en el que casualmente vivimos.

Así como entender que la gran variedad de compuestos químicos dependía de la identificación de un número limitado de elementos, entender la gran variedad de personalidades podría depender de identificar un número limitado de ingredientes cruciales.

Los Cinco Grandes rasgos de personalidad pueden ser subdivididos en componentes llamados facetas.

Los antisociales comparten el sentido de superioridad de los narcisistas, pero están más interesados en aprovecharse de las personas que en ser admirados por ellas. Creen que lo que los vuelve especiales es que están libres de las convenciones sociales. Esto les permite engañar y explotar a los incautos que hay en el mundo.

La ausencia de efecto de un ambiente familiar compartido sobre estas medidas de personalidad no significa que los padres solo sean parte del mobiliario. Los estudios indican que los padres sí ejercen influencia, pero se transmite por medio de su relación singular con cada hijo.

La combinación específica de variantes genéticas de una persona reporta un efecto sustancial en su personalidad.

Un alto neuroticismo está relacionado con altos logros y creatividad en personas cuyos otros rasgos ayudan a evitar que caigan en el abismo profundo que una angustia emocional persistente podría cavar.

Dado que el cerebro permanece abierto a las interacciones de nuestro singular juego de genes y ambientes durante más de dos décadas de construcción básica, todos llegamos a tener un cerebro verdaderamente personal. Dentro de este se encuentran los componentes profundamente arraigados de nuestra personalidad única, y nos seguirán guiando por el resto de nuestra vida.

Los factores de maduración, cambios neurofisiológicos y una multitud de influencias ambientales: todos sirven para producir continuidad en algunos individuos y cambios en otras.

Las diferencias genéticas pueden influir en los efectos que ejercen los ambientes de la niñez sobre una personalidad. También funciona al revés: el ambiente puede causar impactos duraderos en la expresión de genes particulares que afectan el comportamiento.

A medida que, Franklin, se asentó en la adultez temprana, sintió la necesidad de hacerse cargo de su vida. Con este fin decidió dominar sus pasiones, romper algunos malos hábitos y construir la parte moral de su personalidad, a la que normalmente nos referimos como carácter.

El método que usó Franklin para construir un buen carácter fue comenzar por identificar sus ingredientes esenciales. Franklin ya tenía claro cuáles eran los rasgos de carácter que le interesaban, a los que llamaba virtudes morales.

• Templanza: No comer hasta el hastío; no tomar hasta la elevación.

• Silencio: No hablar sino de lo que pueda beneficiar a otros o a usted; evitar conversaciones triviales.

• Orden: Dejar que todas sus cosas tengan un lugar; dejar que cada parte de sus asuntos tenga su tiempo.

• Resolución: Resuelva lo que deba realizar; realice sin falla lo que resuelva.

• Frugalidad: No gaste más que para hacer el bien para otros o para usted mismo; en otras palabras, no gaste nada.

• Industriosidad: No pierda el tiempo; esté siempre empleado en algo útil; corte todas las acciones innecesarias.

• Sinceridad: No utilice algún engaño lastimoso; piense inocente y justamente, y, si habla, hable en consecuencia.

• Justicia: No perjudique a nadie con injurias, ni omita los beneficios que son su deber.

• Moderación: Evite los extremos; absténgase de resentir las injurias al grado que le parezca que se merezcan.

• Limpieza: No tolere la suciedad en cuerpo, ropa o morada.

• Tranquilidad: No se deje alterar por nimiedades, ni por accidentes comunes e inevitables.

• Castidad: Rara vez use la lujuria más que por salud o para la prole, nunca hasta el hastío, la debilidad o el daño de la paz o la reputación propia o de otro.

• Humildad: Imite a Jesús y a Sócrates.

Debido a su crianza, Franklin, creía que la parte más importante de la personalidad era su aspecto moral, adquirido por medio del esfuerzo personal. Compartía la opinión de que el carácter era la parte más importante de la personalidad, y la parte que se podría mejorar por medio de un esfuerzo consciente.

Se cree que los beneficios mutuos de ese altruismo recíproco —hacer favores a otros para que a su vez ellos le hagan favores a usted— es una de las fuerzas impulsoras detrás de la selección natural de las variantes de genes que contribuyen a la moralidad.

Las fortalezas que se valoran altamente en todas las culturas se combinaron en seis categorías, a las que llamaron las seis virtudes básicas:

• Templanza: Fortalezas como el autocontrol y la prudencia que protegen contra el exceso

• Coraje: Fortalezas como la valentía y la persistencia que ayudan a lograr las metas frente a la oposición, ya sea externa o interna

• Humanidad: Fortalezas como la gentileza y el amor que tienen que ver con cuidar de otros y hacer amigos.

• Justicia: Fortalezas como la ecuanimidad y la ciudadanía que contribuyen a la vida comunitaria

• Sabiduría: Fortalezas como la ausencia de prejuicios y el amor por el aprendizaje, que implican la adquisición y el uso de la sabiduría.

• Trascendencia: Fortalezas como el asombro y la espiritualidad que forjan lazos con el universo en general y proveen sentido.

El carácter tiene tres componentes principales, a los que se denominan autodirección, cooperatividad y autotrascendencia.

Todo hombre es, en ciertos sentidos: (a) como todos los demás hombres; (b) como algunos otros hombres; (c) como ningún otro hombre.

Para formarse una imagen general de cada personalidad, resulta útil seguir los siguientes pasos:

1. Recordar nuestra humanidad compartida y la manera en que se desarrollan las personalidades.

2. Hacer un perfil de los Cinco Grandes y notar qué es lo que sobresale.

3. Buscar patrones potencialmente problemáticos.

4. Hacer una evaluación moral usando estándares universales y culturales.

5. Escuchar la historia de la persona y relacionarla con lo que se ha observado de ella.

6. Integrar lo que se encontró.

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