La dialéctica en Psicología- Alberto Merani

Los parámetros del tiempo humano son demasiados breves para interpretar un fenómeno que es de la escala cósmica; la historia, incluida la prehistoria, constituye en su duración apenas un relámpago, lo cual nos induce fácilmente a error en la apreciación. Además, otra causa de error es que pensamos a individuos en lugar de pensar en grados de complejización dentro de una masa viviente estable, que llegó al tope de la autorregulación biológica para el nivel terrestre de la entropía. Fuera del hilo conductor de la trilogía: complejización, individualización, autorregulación biológicas, solo nos queda desarrollar la madeja de otro proceso evolutivo sobreagregado: el psíquico, que crea nuevos escalones para un nuevo proceso sui generis de complejización, individualización y autorregulación.

La conciencia se nos aparece 1) como fenómeno de complejización estructural creciente, 2) representa un segundo paso de la evolución, propio de la especie humana: actividad negantrópica realizada por las funciones intelectuales. Es el paso del reflejo a la razón, y 3) los intercambios energéticos a que da lugar la conciencia aumentan la complejidad de la relaciones entre materia más organizada y materia menos organizada y crean, de tal modo, sistemas todavía más complejos, lo cual aumenta la asimetría y con ella la evolución de la conciencia, que debe superarla procurando realizar la simetría, el equilibrio entrópico.

Un hombre sin pensamiento no es un hombre, es solo una entidad biológica, porque el pensamiento es a la vez función y estructura, tarea de autoconstrucción. En tanto los "cerebros" electrónicos son máquinas que deben permanecer en equilibrio con el medio a pesar de las variaciones contingentes de este, el cerebro humano, por medio del pensamiento y de la inteligencia procura conservar integralmente su diferenciación. Tal es la razón por la que nuestra especie, de línea biológicamente acabada, esto es, entrópicamente destinada a desaparecer, logró trasladar la evolución a otro plano: el de las ideas, y continuar su periplo.

El estrés animal es biológico, representa las consecuencias de una incapacidad orgánica para superar la entropía, la nivelación entre la energía del medio y la propia producción de energía. El desequilibrio necesario para subsistir lo procura como única vía de escape la actitud negativista. El ser humano, por el contrario, se agota en el plano de la razón. Nuestro estrés fundamental, el predominante en esta época, se sitúa al nivel mental. Las sobrecargas del hombre son sobrecargas de la razón, pero no es el sentido de fatiga neurodinámica sino de perplejidades por imposibilidad de afrontar y resolver situaciones nuevas, cada vez más complejas, o situaciones ya experimentadas pero cuyos cambios terminaron por ubicarlas en otro plano especulativo.

Biológicamente hablando, tenemos una línea animal concluida, por lo que el proceso evolutivo prosigue sobre otros niveles y la simetría, que se realiza como fenómeno puramente biológico, está contrarrestada por la disimetría producto, en el caso humano, de estructuras funcionales que elaboran al pensamiento y a la inteligencia. La evolución se realiza de este modo por medio de sistemas que se superponen y llevan a la individualización.

Paradójicamente, la evolución resulta lo contrario a la adaptación. La adaptación significa el fin de la evolución, que para nuestra especie solamente puede continuar en razón de la actividad de estructuras funcionales como la inteligencia.

En consecuencia, el pensamiento es un acto por medio del cual la evolución cumple su función de lograr el equilibrio biofórico en el plano de las estructuras funcionales, y la inteligencia es también un acto que crea el desequilibrio negantrópico que permite al pensamiento continuar sus funciones. Pero ni pensamiento ni inteligencia son el término final, necesario, a que tendería el proceso evolutivo. El primero es un modo, entre muchos, de realizar la simetría adaptativa necesaria para el equilibrio vital; la segunda es también un modo, entre muchos, de producir disimetría impescindible para evitar el equilibrio tope que concluye con el proceso evolutivo.

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