Práctica social y teoría- Guy Besse

 Lo queramos o no, lo sepamos o no, nuestra participación en la vida social es lo que nos hace “humanos”, y el paso de la animalidad a la humanidad es el paso de la horda a la vida social. Un individuo enteramente desocializado sería enteramente deshumanizado.

En cuanto al trabajo, si este es parcelado desarrolla tal función psicológica, tal aptitud psíquica, en detrimento de otras.

La práctica social tiene dos aspectos fundamentales: la acción recíproca del hombre sobre la naturaleza y la acción recíproca del hombre sobre el hombre. Y puesto que la humanidad no se distingue de su propio desarrollo histórico, se puede decir que la práctica social implica toda la historia anterior de la humanidad. Asimismo, el pensamiento es un acto social; el pensamiento más personal y el más diferenciado no pueden formarse en un individuo más que en las condiciones objetivas de la vida social. En lo abstracto, se puede sostener tesis contradictorias y considerar que son del mismo valor; pero en la práctica, sucede de otra manera: la práctica juzga las ideas.

El problema de la verdad desborda los límites de la especulación; la práctica es la que decide, es origen y criterio del conocimiento, no está definida de una vez por todas. La práctica es el criterio absoluto del conocimiento; pero toda práctica es relativa a una práctica más amplia que la engloba. La práctica es renovada perpetuamente. Finalmente, toda verdad es relativa en el conjunto del proceso del conocimiento, pero cada verdad es la expresión de una realidad objetiva. Cada verdad históricamente relativa encierra un núcleo absoluto de la realidad.

Por otra parte, la relatividad de nuestros conocimientos no significa que no tengan ningún contenido objetivo, sino que, siendo infinito el universo, ninguna adquisición pone ni pondrá jamás un término al proceso del conocimiento.

La humanidad actúa antes de concebir y no concibe sino porque actúa.  Cuanto más se extiende nuestra acción sobre el mundo, nos incorporamos más al universo, se consolida más la unidad original del hombre y del universo. Por otro lado, suprimid el universo físico, suprimid las condiciones objetivas de la vida y del pensamiento, y ya no hay más humanidad pensante, ya no queda ninguna humanidad. En otros términos, el universo (objeto de la ciencia) y la humanidad (sujeto de la ciencia) no constituyen dos esferas extrañas una de la otra y en consecuencia cerradas una a otra; la humanidad puede conocer el universo por la razón de que forma parte de él, de que está unida a él por todas partes, que su propia realidad implica y manifiesta la realidad misma del universo.

Una ciencia social no puede progresar más que si el cuadro social se lo permite. En la medida en que estos conceptos son más precisos y reflejan más fielmente las leyes del mundo objetivo, más potente, más eficaz es la acción sobre la realidad que nos rodea. La ciencia progresa así, relativizando cada vez verdades que no son menos ciertas en los límites de la experiencia que las ha visto nacer. La ciencia no es una acumulación sombría de nociones definidas una vez para siempre; es una incesante superación dialéctica de las verdades adquiridas, permitiendo cada noción nueva pensar de nuevo en las nociones ya conocidas y reconocer a la vez su límite y su importancia. Este progreso es una profundización y transformación constante de lo desconocido en conocido. En cuanto al pensamiento, progresa en la medida en que se rectifica sin cesar para aproximarse cada vez más a lo real.

La explotación del hombre por el hombre es fuente de enajenación, en lo moral como en lo psíquico. Y el propio explotador es víctima de esta enajenación puesto que su propia práctica hace de él, quiéralo o no, un enemigo de la humanidad, un obstáculo al florecimiento de la humanidad de cada individuo.

La apariencia es la apariencia de la esencia y la esencia es esencia de la apariencia. El paso del primer al segundo grado de conocimiento es dialéctico; el segundo grado presupone al primero, pero al mismo tiempo lo supera.

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