Cómo llegó el hombre a ser gigante- Ilin- Segal

El hombre, al igual que los pájaros y animales, evoluciona constantemente. La diferencia es que los instrumentos y utensilios de los otros seres vivos, de los cuales nunca se separan, son naturales, no manufacturados como los de los seres humanos. A medida que el hombre daba nueva forma a su herramienta de piedra, se estaba transformado inconscientemente a sí mismo, rehaciendo sus propios dedos, dándoles mayor movilidad y habilidad. De igual modo, estaba reconstruyendo su cerebro, el cual se iba volviendo más complejo constantemente.

Cada vez que el hombre pasaba del uso de cuanto encontraba en estado natural al empleo de algo hecho por él mismo, avanzaba en su liberación del riguroso dominio de la naturaleza. En la medida en que el hombre comenzó a perfeccionar poco a poco a la naturaleza, a rehacerla, apareció por primera vez en la tierra el propósito y el plan.

Asimismo, los hombres llegaron a ser humanos solo porque vivieron, cazaron e hicieron juntos sus instrumentos. En su desarrollo social, cada nueva generación recibía de la precedente un caudal mayor de conocimientos, de información, de descubrimientos. En consecuencia, el hombre tenía que aprender a comunicar ideas complicadas. El lenguaje le era necesario, tanto para el trabajo en común, como para transmitir sus experiencias y su habilidad de una generación a otra.

¿Cómo se hacía entender el hombre? Al inicio se expresaba lo mejor que podía con todo su cuerpo. Posteriormente, el trabajo en común enseñó a los hombres a hablar, y al hablar aprendieron también a pensar. El hombre no obtuvo su inteligencia como un don de la naturaleza; la conquistó. Y al propio tiempo que la palabra, se mezclaban e injertaban también las ideas, pues éstas son inseparables de las palabras.

Por otro lado, no siempre nos damos cuenta de los cambios que se operan a nuestro alrededor y en nosotros. El horario de la historia nos da la impresión de que está inmóvil. Y sólo después de transcurridos varios años advertimos súbitamente que las manecillas se han adelantado y que nosotros nos hemos movido con ella y que todo cuanto nos rodea se ha vuelto diferente. Por ejemplo, el hombre todavía no se decía “Yo”. Se sentía una parte, un instrumento de la tribu. Cada tribu tenía su nombre, su tótem. Siempre era el nombre de un animal considerado como el antepasado y benefactor de la tribu.

También, la situación cambió totalmente cuando comenzaron a tener grandes rebaños y campos fértiles. El trabajo de un hombre comenzó a producir granos, carne y lana en mayor cantidad de lo que le era necesario, por lo que surgió la esclavitud. Con su trabajo un cautivo podía alimentar a su amo y podía alimentarse a sí mismo.

De igual modo, se hicieron necesarios los sacerdotes como mediadores entre la gente común y los dioses, un sacerdote que conociera todas las complicadas ceremonias, todas las misteriosas leyendas relativas a los dioses.

Muchas creencias antiguas, en torno a lo desconocido, nos parecen, en la actualidad, ridículas; pero nosotros también imaginamos monstruos en mundos o planetas que nos son inaccesibles. Como conocemos muy bien la tierra, hemos trasladado nuestras criaturas imaginarias a Marte o a la Luna.

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