Enseñar a vivir- Edgar Morin
Enseñar a vivir implica enseñar a afrontar las incertidumbres y los riesgos, a desarrollar al máximo una autonomía que ayude a evitar las trampas permanentes de la vida. Esto responde a una necesidad contemporánea de sabiduría, de escapar a la superficialidad, a la frivolidad, a las intoxicaciones consumistas, al poder del dinero, una necesidad de una relación serena entre el cuerpo, el alma y el espíritu.
Actualmente, se vive muy mal sin razón y se vive muy mal sin pasión, por lo que la única racionalidad sería la de conducir nuestras vidas en una navegación permanente, en una dialéctica razón/pasión. No hay pasión sin razón, pero no hay razón sin pasión.
Por otro lado, la incertidumbre
es inseparable del vivir. Todo nacimiento es incierto y da comienzo a una vida
de la que no se da ninguna certidumbre, salvo la de su muerte, pero cuya fecha
y causa son inciertas. De igual modo, toda acción, una vez emprendida, tiende a
escapar de las intenciones y de la voluntad de su actor para entrar en un juego
de interacción y de retroacción con el medio (social o natural) que puede
modificar su curso y hasta invertirlo. Hay que comprender que toda decisión es
una apuesta, lo que en lugar de dar una certeza ilusoria lleva a la vigilancia.
La incertidumbre no se elimina: se negocia con ella.
Asimismo, la necesidad de la duda
se ve acrecentada en nuestra época por la presencia de informaciones falsas,
rumores y chismes propagados a una velocidad y con una amplitud inéditas por
Internet. Es preciso saber también que la duda incontrolada e ilimitada se
transforma en la certeza paranoica de que todo es falso o mentira. También hay
que saber dudar de la duda.
En tal sentido, es necesario enfocar
la crisis de la educación en un contexto de crisis más vasto, que comporte no
solo la consideración de la cultura juvenil y de la situación actual de la
juventud, sino también el conjunto de los problemas de sociedad y de
civilización en los que se hallan sumergidos los problemas de la educación. Todo
el curso de la educación secundaria y superior debe comportar esa preparación
para la vida que es un juego entre el error y la verdad.
Respecto al error, este es
inseparable del conocimiento humano, pues todo conocimiento es una traducción,
comenzando por la de los sentidos, y particularmente la percepción visual (de
estímulos fotónicos sobre la retina en un código binario de un mensaje
transmitido por el nervio óptico, mensaje reconstruido y transformado por el
cerebro que realiza así una percepción). Además, toda traducción se arriesga al
error, toda reconstrucción se arriesga al error: el riesgo de error es entonces
inherente al conocimiento.
En cuanto a la comprensión humana,
siempre es intersubjetiva, requiere apertura hacia el otro, empatía, simpatía. La
comprensión rechaza el rechazo y excluye la exclusión. Por ello, la hiperespecialización impide ver
lo global (que fragmenta en parcelas) y también lo esencial (que disuelve). Hay
que tener en cuenta que los problemas esenciales no son jamás parcelarios y los
problemas globales son cada vez más esenciales.
Por lo tanto, la noción de
sistema o, mejor, de organización, nos permitirá conectar y unir las partes a
un todo y liberamos de conocimientos fragmentarios. Además, es importante
destacar la triple naturaleza del ser humano: biológica (especie), psicológica
(individual) y social. Cada uno de estos aspectos es necesario para la
existencia de los otros y engloba a los otros, los cuales se encuentran a la
vez en el interior de cada uno de ellos (la especie está en el individuo, con
su patrimonio genético y su potencialidad reproductora, la sociedad está en el
interior del individuo, en su cultura, su lenguaje, sus costumbres).
De igual, lo anterior se expresa
en las ciencias, pues las ciencias humanas dependen de las ciencias naturales,
que, a su vez, dependen de las ciencias humanas. Es una idea clave que permite
superar reducción, disyunción y jerarquía.
También, es necesario superar la
causalidad lineal «causa efecto» para aprender la causalidad mutua,
interrelacional, circular (retroactiva, recursiva), las incertidumbres de la
causalidad (por qué las mismas causas no producen siempre los mismos efectos
cuando las reacciones de los sistemas que afectan son diferentes, y porqué
causas diferentes pueden suscitar los mismos efectos. Tener en cuenta que los
seres humanos, somos múltiples y susceptibles de derivar en el curso de los
acontecimientos, de los azares, de las circunstancias.
Finalmente, debemos concebir la
pequeñez y marginalidad de nuestro sistema solar en el gigantesco e insondable
universo, y concebir nuestro minúsculo planeta entre los miles de millones de
planetas como nuestra patria humana. En ese marco, considerar al ser humano
como una unidad compleja: es a la vez un ser físico, biológico, psíquico,
cultural, social e histórico. Si
consideramos la historia humana en todos sus aspectos complejos, de creaciones
y de destrucciones, de larga duración y de accidentes brutales, de progreso y
de retroceso, de desarrollos y de catástrofes, es precisamente ese tipo de
historia el que vamos a encontrar en la historia de la vida y en la historia
del universo. La historia general combina el tiempo cíclico, el de repeticiones
y reiteraciones, y el tiempo irreversible.
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