Antipsychologicum. El papel de la psicología académica: del mito científico a mercenaria del sistema- José Luis Romero
Ideas a resaltar del libro:
- El marcado carácter optimista de un nuevo continente que se crea a sí mismo daría un pensamiento práctico y confiado.
- La alienación es la antinomia de la experiencia de pertenencia. En un sistema social basado en los axiomas de la competencia, del triunfo y de la percepción de la naturaleza y de los otros como objetos de beneficio, es decir, en una sociedad mercantilista, la alienación es altamente probable. También se puede definir la alienación como el hecho de quedar fijado en el polo exclusivo de ser para el otro.
- Se pretende que la hiperactividad sería una disfunción cerebral orgánica presente en los niños y adultos que la padecerían, pero en la práctica no se mide nunca por vía de una técnica electroencefalográfica (EEG) o una tomografía axial computerizada (TAC), o una tomografía de emisión de positrones (TEP), o una resonancia magnética nuclear (RMN), pues sería inútil ya que no se encuentra ningún tipo de huella somática diferenciada, significativa, permanente y regularizada. Sino que se valora a través de criterios completamente subjetivos. Por ejemplo, en el caso de menores con informes de los padres y madres, y/o de los maestros y/o cuidadores, sobre que el niño es muy nervioso (en jerga: que tiene conductas disruptivas y socialmente inapropiadas). Con el claro peligro de estar complaciendo con tal diagnóstico, y la suministración de la medicación subsiguiente, la baja tolerancia de los adultos a las conductas de un menor, que ciertamente pueden ser a veces muy molestas; y confundiendo un posible estado reactivo del niño, que puede estar causado por una situación determinada o una defensa más o menos cristalizada ante un agravio recibido en su historia biográfica reciente, confundiéndolo, decía, no ya sólo con un rasgo de carácter sino con una enfermedad orgánica.
- En relación a que en realidad lo que se llama hiperactividad en los niños es una reacción de defensa del menor a una situación difícil en presencia o vivida en un pasado reciente. Siempre, entre esos factores se presentan los siguientes: pertenecer a una clase social baja, discordia severa entre los padres, familia de más de cuatro hijos (numerosa), padre y/o madre con conductas de vida marginales, recibir o haber recibido malos tratos físicos, y vivir en internados o casas hogares.
- La realidad es que la hiperactividad, contradictoriamente con el hecho de considerarla de base orgánica, no se diagnóstica nunca vía pruebas somáticas, simplemente porque no se puede detectar.
- Así que a lo que ya sabíamos desde que nos liberamos del catolicismo más reaccionario, que los hijos no vienen del cielo, podemos añadir, desgraciadamente, que tampoco exclusivamente del amor, sino, a su vez, del cumplimiento de un mandato social marcado por la edad para hacer efectivo uno de los requisitos que se exigen en el ritual del pase a la adultez plena. Ese «porque toca», tratándose de traer al mundo a un ser vivo, hace pensar que dificultará bastante la aparición de lo que se denomina maternidad y paternidad responsables.
- Si se entiende a la alienación como quedar fijado un ser al deseo del otro, tener hijos en función de un rito social sería un claro acto de alienación, puesto que remite al deseo del marco social, a sus rituales de pase de una categoría de edad a otra, como dije, y no a una decisión reflexionada libremente.
- Los seres humanos, a través de la organización social, la cultura y la tecnología, nos hemos liberado de la evolución y ya nadie con dos dedos de frente se atreve a defender el determinismo genético, sino que se habla de epigenética (alrededor de la genética), pues en el deseo, la toma de decisiones y las conductas —obviamente sobre la base de nuestro genotipo, como no puede ser de otra forma— lo que prima en cuanto a los condicionantes es lo social y lo cultural.
- Se trata de un proceso de conversión de sujetos en meros objetos, deseando tener hijos para que sean aquello que sus progenitores quisieron ser y no fueron y/o para que sean lo mismo que son sus padres, en tanto que intento de una especie de clonación psíquica. Así, se inculcará a los niños lo que deben estudiar, pensar, qué profesión deben elegir, qué carácter tener, qué gustos, qué opciones sexuales desarrollar... versus el mostrarles diferentes posibilidades sobre las que elegir.
- Existe la denominación de muerte existencial puesto que la persona que sufre la devoración psicológica puede verse incapaz de crear su propia obra vital, su forma de vida libremente elegida, y, encontrándose en una posición de jaque mate existencial, puede no encontrar otra opción que no sea la de la huida patológica de la «realidad» con la aparición de depresiones, toxicomanías o incluso lo que se llama psicosis.
- Este fenómeno de la pre-formación utilizando mitos familiares se produce, efectivamente, en la mayoría de ocasiones con referentes muertos, pero, también con personajes vivos, aunque casi siempre alejados o ausentes (por ejemplo, ex maridos y ex mujeres en casos de separaciones...), para convertir dicha ausencia en una presencia simbólica con funciones de determinación real de papeles a asumir.
- En todos los casos de pre-formación e imposición de mitos familiares los menores son, pues, convertidos en proyecciones del yo de otros/as y en meros objetos del deseo ajeno, es decir, son alienados por seres a su vez alienados en una cadena sin solución de continuidad.
- Algunos de esos otros, o demás, factores alienantes son, por ejemplo: el miedo a la soledad, el intento de solucionar las crisis de relación en las parejas teniendo hijos/as y la idea delirante de perdurar a través de la descendencia.
- El miedo a la soledad; la soledad no es lo mismo que el aislamiento; no es en absoluto un sentimiento natural sino algo impuesto socialmente, pues, aunque construirse espacios y momentos para la soledad, una soledad abierta al mundo sea algo imprescindible para la salud del espíritu —para la salud mental— y para lo creativo, como literatos, músicos, pintores, filósofos, poetisas y poetas... saben muy bien y no se han cansado nunca de explicar, sin embargo, el cultivo de la soledad es percibido como peligroso por el imaginario social. Se considera peligroso que la gente dedique demasiado tiempo a hablar y conectar consigo misma, peligroso que la gente reflexione sobre su vida, que las personas dediquen tiempo a conocerse a sí mismas y que sean muy independientes. Y es que ciertamente es peligroso, pero no para las personas sino para la conformación del espíritu gregario que una sociedad de libre mercado precisa, por ejemplo, en su imposición de la moda y su correlato, el consumo; y peligroso también en cuanto a la posible aparición de disidencias con respecto a los valores de la mayoría social.
- Además, todos sabemos de gentes que creen conseguir eternizarse, llegar a la inmortalidad, a través del rastro de la descendencia, sin tener en cuenta que no sólo es absurdo pretender existir a través de la herencia —del ADN, antes decían «la sangre»—, absurdo puesto que la existencia sin conciencia de ella no es; sino que, además, si las previsiones de la ciencia, más concretamente de la astrofísica, no son erradas, hay muy pocas opciones para lo eterno en cuanto a lo humano, dado que la vida en la Tierra no tiene posibilidad de durar siempre y cabe, a su vez, que sea cierta la hipótesis de que el tiempo del universo es finito.
- Los niños, entre otros motivos dada la plasticidad de su cerebro en formación, tienen muchas posibilidades, más que los adultos, de solucionar los problemas psicológicos, incluso algunos neurológicos, con técnicas basadas en la palabra, el juego y la relación.
- Las terapias de todo pelaje (psicomotricidad terapéutica, ludoterapias...), dirigidas a los niños que se pretende que tienen problemas de comportamiento en general y específicamente bajas calificaciones en la escuela, tratándose, con mínimas excepciones, simplemente de negocios sin ningún otro resultado que no sea el de estigmatizar a los menores y hacer dinero.
- Eso sí, y hay que reconocérselo, realizan funciones de guardería, como hacen también las múltiples actividades extraescolares que hoy en día practican los niños. Es decir, dan soporte a una tendencia cada vez mayor a que el tiempo de relación libre y espontánea de padres e hijos sea mínimo y a cercenar, a su vez, la posibilidad de que los/as niños/as gocen de tiempo para jugar y relacionarse entre ellos/as sin la mirada controladora de los/as adultos/as.
- Por otro lado, es evidente que es bueno que los niños/as estén la mayor parte del tiempo en relación con iguales de su edad, pero no bajo el control continuo de los adultos y con actividades planificadas por éstos, pues entonces su creatividad, espontaneidad y autonomía no crecerán.
- Dado que las ciudades y pueblos son tomados literalmente por los coches tal cosa se hace muy difícil, pero no sería imposible una solución si se realizaran reformas urbanísticas radicales en función de los intereses generales y no de los de las mafias inmobiliarias y la industria del automóvil, como ocurre en la actualidad. Pasear por las calles y plazas de nuestras ciudades y pueblos desiertas de niños/as es realmente triste; se podría decir que la forma de vida actual, por inauténtica, sufre el castigo del cuento del flautista de Hamelín, que como es sabido dejó sin niños/as a los habitantes del pueblo por no cumplir con la palabra dada, es decir, por mentirosos.
- Prosiguiendo con la cuestión de los especialistas, en mi opinión, y en la de todos los que trabajan en lo social con un modelo sistémico, un buen psicoterapeuta, un buen pedagogo, un buen educador social —que afortunadamente también los hay—, cuando realmente detecta que un niño padece algún problema —que no es lo mismo que «ser» un problema—, siempre que le sea posible tenderá a focalizar su intervención en tratar a los padres y/o cuidadores del menor y a sus maestros en la escuela, mientras que al niño, si cree necesario verlo más de una vez, lo hará de forma secundaria y no principal. Es decir, tratará al niño o menor indirectamente.
- Directamente, pues, como digo, un buen profesional a quien tratará es a los adultos que cuidan del menor por dos razones que la experiencia muestra funcionales en cuanto a los resultados en la mayoría de las ocasiones. La primera, porque los adultos suelen ser la matriz del problema que haya que abordar (sea por la causa que sea, por ejemplo, estar desbordados) y, por tanto, es en ellos/as en quien hay que incidir. Y la segunda, porque los adultos que cuidan del niño serán sus mejores terapeutas, pedagogos, educadores, potencialmente siempre y en acto si se les aconseja y entrena convenientemente, puesto que conviven cotidianamente con el menor y son, entonces, su principal fuente de influencia posible.
- No hay que extraer la falsa conclusión de que se culpabiliza a los padres y cuidadores de los menores, entre otras cosas porque un ser alienado no es susceptible de ser culpabilizado; el sistema que lo aliena sí que debe serlo. Pero no encuentro ninguna razón por la que se debiera sustraer de responsabilidad —que no es lo mismo que culpa— a los adultos que deciden tener hijos/as o asumir funciones de cuidado de niños o adolescentes, respecto a la relación que con éstos entablen y a los resultados que genere en la salud mental de los menores que están a su cargo.
- En efecto, cuando las personas decidimos tener hijos/as y/o cuidar a menores, estamos también atravesadas por esos factores prosociales y saludables que el poeta nos recuerda y que son, insisto en ello, generadores de un elevado placer: el de traer al mundo a lo nuevo y/o cuidar a lo que nace y crece, aprendiendo de tal experiencia, incluyendo en ella la contemplación de cómo la incógnita de lo que será el nuevo ser se va desvelando mientras se le ayuda a que viva en plenitud.
- Con todo, lo fundamental, a mi entender, para romper la cadena y evitar ser instrumentos de la alienación de los menores pasa por la vieja máxima socrática del conócete a ti mismo/a.
- Nadie debiera tener hijos/as, ni realizar funciones de cuidado de menores sin antes trabajarse en profundidad a sí mismo, solo o con ayuda. Sin antes trabajar sus propias miserias y cobardías. O trabajarse, en el peor de los casos, para por lo menos controlar la propia alienación, una vez que se es consciente previamente de ella —si es que no se puede ya hacerla desaparecer del todo—, a fin de no contaminar entonces a los/as menores.
- Es decir, teniendo claro que a la máxima socrática hay que añadirle la idea nietzschiana —o si se prefiere constructivista— de invéntate constantemente a ti mismo/a.
- La familia pequeñoburguesa, atrapada por el deseo de lograr que sus retoños asciendan de clase, vivirá sumida en un esfuerzo permanente.
- La elección de la carrera de psicoterapeuta posee otro atractivo para el gusto pequeñoburgués: forma parte de lo que Berger llama las «profesiones del sentido», esos oficios que recogen la vieja ambición de los clérigos de descifrar el sentido de la vida. El objetivo último es ejercer de hermeneutas tanto de las conductas patológicas como, cada vez más, de las normales.
- Sócrates sostenía que mentirían quienes venden enseñanza de habilidades retóricas como sucedáneos de virtudes (hoy diríamos autoestima o bienestar psi), que no eran sino consecuencias del éxito en llevar una buena vida.
- Las llamadas terapias racionales nada tienen que ver con el racionalismo filosófico, que siempre renegó de una vida de espaldas a la verdad, aunque sea feliz: en la terapia y prevención de la depresión, escuelas que se apellidan racionales hacen llamadas a un aprendizaje del optimismo, lo que significa una negación de nuestro real control del futuro en aras de un pensamiento eficaz para enfrentar la vida. Felicidad sería su lema, aunque sea basada en la mentira.
- El elogio a la virtud del quemado en salud mental, como el de otros perdedores profesionales, no es tanto erotizar el masoquismo como reconocer que contribuye a aclarar lo imposible de las tareas asignadas a los psiquiatras.
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