Breve tratado de la soledad- Mario Satz
- Primero hay construcción y afianzamiento del ego y luego su disolución si queremos ir más allá.
- De manera fehaciente demostró Gastón Bachelard en su libro sobre el fuego que los hay básicamente de dos clases: el infernal o inferior y el celestial o superior
- La madurez es el momento a partir del cual el individuo puede no solo comprender el sentido más hondo de su vida personal, sino también cambiarlo si eso es lo que precisa. Desde el punto de vista de la astrología, hablamos más o menos de la mitad de una vida: entre los treinta y cinco y cuarenta años. En tanto que la biografía señala esos años como los más equilibrados, también indica que el péndulo ha comenzado su viaje regresivo, fiel a un movimiento que Jung denominó, en el siglo XX, de enantiodromia, palabra griega que significa «cambio de dirección». Entonces suceden pequeñas reversibilidades, aparecen indicios- cuando no enfermedades– que nos llaman a desacelerar, a dejar de competir, a limitar las exigencias de las pasiones cuando no a superarlas del todo. Individualidad y soledad se solapan y dialogan.
- La prima materia es nuestro punto de partida biográfico, la lengua en la que hemos crecido, el suelo, la geografía, el país y la cultura en cuyo seno nos hayamos formado serán una extensión de ese principio. Principio que llenará, como valor predominante, la primera mitad de nuestras vidas en términos simbólicos.
- Tal vez nos sea necesario, imprescindible, salir para volver a entrar. Oír de quien no nos conoce algo que permita llegar a conocer.
- La virtud reside en lo que das, no en lo que recibes. Por ello, cuando los sabios quieren ser valorados por otros, primero valoran a los demás, primero los respetan. Cuando quieren superar a otras personas, primero se superan a sí mismos; cuando quieren rebajar a los demás, primero se rebajan a sí mismos. Así, son al mismo tiempo nobles y humildes utilizando el Camino para lograr ajustar y controlar eso.»
- «Utilizar el tiempo limitado de una vida para preocuparse y dolerse del caos del mundo es como llorar sobre un río para acrecentar su agua por miedo a que se seque. Quienes no se preocupan del caos del mundo, sino que gozan del orden de sus propios cuerpos pueden ser aceptados a una conversación sobre el camino.»
- Somos portadores de simetría bilateral por fuera, pero irregulares por dentro. Podemos dibujar el camino de nuestra soledad, pero no somos enteramente responsables de su color y sus matices.
- Unamuno anotó que hay que «pensar el sentimiento y sentir el pensamiento». Siempre, siempre, hay que equilibrar las fuerzas y los dones.
- Cuando la cabeza se adentra en su más íntima soledad, el océano del Ser la baña dulcemente a la par que le enseña a nadar. Por arduo que sea el aprendizaje, siempre nos transmuta.
- Nuestro esfuerzo, nuestra tarea debe ser mayor que la expectativa por sus resultados. Se siembran cien semillas para cosechar diez. Se estudia durante años o décadas por un instante de satori o hitlahabut, entusiasmo. Se pasan muchas horas en soledad hasta que el silencio obtenido habla por sí mismo.
- Con el cuerpo no se alcanza el Tao, sin el cuerpo tampoco. La red está hecha de nudos y vacío, y en ello radica su flexibilidad.
- La sinapsis es a las neuronas lo que la sintaxis a las palabras del lenguaje: la manera lógica en la que se articulan, ¡los puentes bioquímicos! Las sinapsis pueden crearse continuamente y parece obvio que una mente sensible, una persona altamente sensitiva, las creará en mayor medida que un ser menos observador y atento.
- La soledad es, también, un puente que nos permite pasar de una orilla a otra, de la ignorancia a la sabiduría.
- La iluminación –aurora boreal psíquica– será apenas un lapso maravilloso entre dos negras nadas.
- Al principio somos hijos de nuestros padres, vástagos de una determinada familia, tributarios de una cultura y una época, dependemos del afuera y sus condicionamientos, pero al final, llegados al blanco, únicamente somos hijos de nuestro propio corazón. Todo lo que nos llega es devuelto, todo lo que turbio arriba a nuestras entrañas es purificado y retornado lleno de luz al mundo exterior.
- Todos tenemos, agregan los maestros, pupila mediante la posibilidad de llegar a nuestra propia cúspide, la opción de alcanzar la cumbre de nuestro desarrollo, si somos capaces de dilatar la mirada hacia la maravillosa fuente del Ser. Para ello, e invirtiendo su percepción, el hombre o ish tiene que poder leerse como cumbre de sí mismo.
- Encuevarse es, entonces, engolfarse en la soledad en busca del propio tesoro.
- Somos como estrellas que aparecen y desaparecen en el manto oscuro de la noche. Más que criaturas celulares, somos el espacio interestelar que cohesiona nuestros átomos.
- Para transformar la soledad patológica, indeseada, triste, en una soledad rica en sentidos profundos y que ha sido libremente escogida, y manteniendo, como decía el Buda, «la libertad de entrar y salir» de ella, es preciso reconocer al negro de la melancolía, la nigredo de los alquimistas. De tal manera que el viaje cuyas etapas son las distintas gradaciones de la soledad y que culmina en la albedo o blancura iniciática, la noche sin fin y sin estrellas debe ser reconocida. Ella es, en realidad, la maestra.
- «Aunque el hombre exterior se va desgastando, el interior se renueva día a día»
- «Si dependes de alguien, acabas por pertenecerle. Si te haces cargo de otros, serás esclavo de tu propio afecto y devoción. Si te adaptas al mundo, se sufre mucho. Si no, te vuelves loco. Y viene entonces la pregunta: ¿Dónde y cómo podría vivir? ¿Dónde encontrar un lugar para descansar un poco?, ¿y cómo dar paz pasajera a nuestros corazones?»
- «Solo aquí en mi chocita se está en paz y sin temor. Tan pequeña como es, hay espacio para dormir de noche y sentarse de día: el espacio suficiente para un hombre... Y esto sucede conmigo: conozco mis necesidades y el mundo. No ansío nada y no trabajo para adquirir objetos. Mi único deseo es vivir tranquilo, estar libre de preocupaciones y ser suficientemente feliz.»
- «Un lugar hermoso no tiene propietario. Por lo tanto, soy el dueño absoluto de mi placer. Cuando estoy en forma y quiero ir más allá, camino por las montañas.»
- «El hombre nace y muere –ignoro de donde procede y a dónde va–. Tampoco comprendo las casas transitorias que construye. ¿Por qué se atormentan a sí mismos? ¿Qué puede resultar tan agradable a la vista? Una casa y su dueño son como el rocío que se concentra en los pétalos del dondiego de día: ¿cuál de ellos se desvanecerá antes? A veces es el rocío el que se esfuma, permaneciendo las flores, a pesar de lo cual estas se marchitan como el sol matinal. En ocasiones, la flor languidece y el rocío continúa, pero sin sobrevivir más que un día.» El amante de la soledad buscaría su código secreto, el arte de su propio tejido buceando en su interior.
- La alegría que proporciona la soledad a quienes ni la temen ni la desprecian, vivenciándola en todos los casos como el estado ideal para contemplar las profundidades y bellezas de la vida.
- Aunque no todo el mundo experimenta en un momento de su vida la necesidad de aislarse, de estar a solas consigo mismo, determinadas personas –tocadas por el cielo, el dolor o el genio de la exploración– necesitan separarse de la existencia de todos los días y adentrarse en bosques, desiertos o montañas elevadas con el fin de hallarse más cerca de lo trascendente, es decir, del origen.
- «Una sola copa de vino basta para dar noticia de una gran vasija de vino; y una palabra de un solitario descubre a veces, a los que tienen sentido, todo el espíritu y perfección interior que hay en él».
- Podemos viajar, alejarnos, distraernos, olvidar, pero tarde o tempano tendremos que volver a nosotros mismos como el aire a la nariz.
- Salvo en contadas ocasiones, el eremita no lo cultivaba. Simplemente, lo resistía. No lo redimía, sino que se redimía.
- Jesús está solo, nos cuenta el Evangelio, solo con su silencio a cuestas, y el único instrumento de su fe para combatir las seducciones satánicas que le hablan del pan, el poder y la capacidad de dominar la materia.
- Ahora, en este mismo momento y en medio de la gradual y dolorosa decadencia del lenguaje y la expresión que presenciamos y oímos a nuestro alrededor, son bien pocos los que se sienten responsables de su palabra o saben que tal como hablan y piensan, de ese modo configuran su destino.
- Hoy, que casi ninguna persona puede estar en silencio y saborearlo; hoy, que estamos rodeados de ruido y de música de mala calidad; hoy, que aquellos que hablan poco se ven avasallados por charlatanes de cualquier color e ideología, nos parece increíble que alguna vez existieran hombres y mujeres que se consagraron con pasión al silencio. Seres humanos que no solo buscaban la soledad, sino que al vivirla no la padecían como castigo o impedimento. Escuchemos, pues, a los padres del desierto
- El pensamiento del profeta Oseas resuena, nos parece, con idéntica fuerza, recurre a una metáfora que en sí misma supone soledad y elección, pero no todos los hombres quieren descubrir su alma, no todo el mundo vive la soledad como el prerrequisito de una bendición o el preámbulo de una visión que nos conduce poco a poco al reencuentro con el limo de la Eternidad, esa sustancia imperecedera de la que están hechos nuestros mejores sueños.Su ambición es como la del humus terrestre, que aprovecha todo lo que le cae encima para convertirlo en terreno fértil. Su deseo no es ser ruidosa hojarasca, sino capa de musgos que apagan hasta el sonido de sus propios pasos.
- Se camina solo a causa de la propia singularidad; el aislamiento adquiere su significado con respecto a la multitud. En su avance hacia la interioridad, el hombre se pone aparte, no por elección, sino por necesitad. La soledad, al comienzo una carga, se convertirá en él en una alegría extraña y plena.
- Los hesicastas o meditadores cristianos de los primeros siglos insistían en la oración monológica, de una o dos palabras, considerándola más efectiva que aquella que contiene muchas más y puede, fácilmente, caer en la verbosidad vana.
- El pensamiento mismo es interioridad, el lado inaudible, pero extenso del lenguaje. Así como las células vivientes que nos componen necesitan volver a su centro para retejer su código genético, de la misma manera necesitan algunos seres regresar a la fuente más oculta de sus almas para vivificar sus pasos y, consecuentemente, los de aquellos que los rodean.
- Tórnese obvio lo que está escrito en nuestros órganos y sentidos. Para ello, empero, es preciso retirarse lejos, partir en la búsqueda del grial interior y, muchas veces, enclaustrarse como la crisálida para que todo nuestro dolor, toda nuestra incomprensión y todo nuestro sufrimiento adquieran las irisadas alas de la verdadera libertad. Al principio del viaje se da, ciertamente, ese habitare secum. Al final, al final Él habita con él donde no hay yo ni nosotros.
- Si el viaje de nuestra especie es horizontal, el periplo máximo al que pueda aspirar cada uno de los individuos que la componen es y será siempre vertical. Así, el buscador espiritual se cierra a una dimensión para abrirse a otra.
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