Celebración de la novela- Miguel Gutiérrez

 “Cierta tarde un muchacho próximo a cumplir catorce años, acosado por terrores nocturnos y martirizado por insomnios tenaces, entró a la biblioteca de sus ciudad sin sospechar que allí encontraría el territorio que en adelante se convertiría en su más segura patria”.

Como en la infancia el tiempo es prodigiosamente extenso, existía en mí una antigua nostalgia por una mítica biblioteca paterna que yo no alcancé a disfrutar, pero que había escuchado referirse, magnificándola hasta convertirla en una entidad fabulosa, a una querida tía desde el inicio mismo de mi memoria”.

Mi padre rendía culto- y en ese culto formó a sus hijos- a todo lo que la razón y la fantasía a veces demencial de los hombres habían creado, de allí que admirase por igual a los sabios y artistas, pero no tanto a los grandes personalidades que habían actuado”.

Pero el lector más extraordinario del que yo tenía noticias no vivía en mi barrio, sino a unas cinco cuadras de mi casa, en la dirección norte de la ciudad. Era propietario de una honrada panadería donde él mismo trabajaba secretamente. Digo secretamente porque no solo no se dejaba ver en traje de faena, sino que permanecía oculto en el cuarto más remoto de sus profunda vivienda. Sin embargo, después de muchos meses del más estricto encierro, cualquier día, el doctor Jonjolí- como se le conocía en Piura- salía a caminar por las calles principales y por la Plaza de Armas, vestido de grueso casimir inglés, con elegante sombrero y bastón con empuñadura de oro; y durante algunas semanas contaba a los niños y jóvenes que lo rodeaban acerca de su último viaje alrededor del mundo, dando detalles de los países y ciudades más lejanos y exóticos que había visitado. Contaba con pasmosa minuciosidad sobre lugares lejanísimos e inalcanzables para nosotros, como Tánger, Estambul o el reino de Nepal. Pero todos sabíamos que el doctor Ajonjolí jamás había salido de su enclaustramiento donde permanecía entregado a la alucinante consulta y estudio de globos terráqueos, mapas, cartas de navegación, enciclopedias y libros de viajes que habían trastornado su mente en una locura maravillosa”.

En estas circunstancias fue que me escapé del colegio Salesiano e ingresé a la Biblioteca Municipal al encuentro de un territorio ilimitado y prodigioso, a cuya exploración merecía consagrar la vida”.

Probablemente hubiera leído de un solo tirón Crimen y castigo si el horario de la biblioteca no me hubiera impedido continuar con la lectura durante la noche y al amanecer del día siguiente. Tuve que resignarme a volver dos días más, pero cuando concluí la novela supe que algo decisivo había ocurrido en mi vida. Y fue otro el muchacho que salió de aquel estrecho local a la calenturienta noche piurana. Yo ya no era más el muchachito frágil e inhibido de apenas tres días atrás. Ahora me sentía poderoso sobre la tierra que pisaba. A partir de entonces, hasta los diecinueve años, me leí prácticamente todas las novelas de Dostoievski, y las leí como solo se puede leer en la adolescencia: con la absoluta pasión de quien ha accedido a una nueva fe”.

Por eso la influencia que Dostoievski ejerció en mí no tuvo carácter literario sino vital, pues alcanzaba a mi propio sentimiento y visión de la vida. Entonces evoqué con nuevos ojos mis experiencias vividas y lo que había observado en torno mío. Fue así que empecé a considerar a Piura no como la aldea grande que era por esos años, sino como un espacio privilegiado donde tenía lugar el drama universal de los hombres”.

Leyendo a Dostoievski comprendí, como en la novela de Conrad, que una línea de sombra aureola la existencia humana”.

Así, en este primer encuentro, la novela no se me presentó como una sucesión de historias maravillosas o de aventuras en busca de la misma maravilla, sino como un espacio destinado a la revelación de los universos ocultos que configuran la existencia de los seres humanos. Y si el espíritu de Dostoievski halló eco en el mío, fue porque también las tinieblas, que tantas veces prevalecen sobre la luz del mundo, me seducían con su perverso esplendor”.

Es verdad que sobre la tierra podía abatirse la sequía, pero con todo su dramatismo se trataba de una desgracia temporal al fin de la cual, fortalecida por la resistencia humana, estallaría la plenitud de la vida. En cuanto a la injusticia social existente, esta no era resultado de una fatalidad de la naturaleza humana, sino de una situación histórica de carácter transitorio que incitaba a la rebelión y la resistencia permanente”.

La exploración dostoievskiana de los universos interiores tenía tanta carga y densidad, que el relato y el poder de fabulación, consustanciales al mundo épico, quedaban relegados en un segundo plano”.

Por fin cedí a la tentación, y durante cuatro o cinco días, con el placer punitivo que deparan las transgresiones sagradas, devoré aquellos cuatro tomos que habrían de tener tanta influencia en mi creación narrativa”.

Al salir a la calle Lima me hallé en tal estado de euforia, que de no ser por el temor de hacer el ridículo o de ser tomado por un chico en estado delirante hubiera detenido a cuanto transeúnte se cruzara conmigo para decirle que era preciso, imprescindible, sin perder tiempo, de inmediato, que leyera el libro que yo había terminado de leer, pues de ello dependía su vida”.

Eran pláticas apasionadas, llenas de humor e ironía y sana malignidad; y en las que, sin embargo, una discrepancia sobre la trama, un persona o la calidad de la prosa del autor del libro podían derivar en enemistades que a veces duraban años”.

Tengo dos o tres amigos, hombres cultos y refinados que sin ser escritores son felices lectores de novelas de toda la vida. Y cuántas veces en las horas más inapropiadas los he llamado para trasmitirles mi alegría no exenta de orgullo por el hallazgo de una nueva novelas que merece ser leída; y mientras ellos me escuchan, deduzco que mi euforia no es muy distinta a la de aquel muchachito que cuando salía de la Biblioteca de Piura hubiera deseado urgir a la gente con la que se encontraba solos para que leyeran esa invención novelesca, porque así se sentirían mejor relacionados con la vida”.

No puedo dejar de aludir por lo menos a una de las grandes preguntas que plantea la invención novelesca: aparte de entretener y, si se quiere, de ayudar a soportar eso que los existencialistas llamaban “el escándalo de existir”, ¿para qué sirve una novela? Yo conozco tres posibles respuestas: una optimista, otra pesimista y una tercera que llamaré pragmática:

Según la primera, si bien una novela no puede cambiar el mundo, puede sí cambiar la mente y la conciencia de los lectores -que son siempre minorías o grandes minorías-, y estos a su vez, imbuidos por un humanismo radical, pueden influir en pequeñas escalas al mejoramiento de los individuos y las sociedades. ¿Es esto posible? Sí, si los lectores son gente como Mariátegui u hombres o mujeres de buena voluntad. Personas lúcidas o sensatas o seres equilibrados o seres atormentados; pero, moralmente honestos. Si los lectores -y esta es la respuesta pesimista- son gentes como Goebbels o Himmler, encontrarán en la gran novela de Dostoievski una incitación al parricidio. La respuesta pragmática corresponde al leninismo, de acuerdo a la cual una obra literaria puede cambiar el mundo si la literatura es tuerca y tornillo del engranaje partidario para hacer la revolución. Los escritores que opten por este camino en un acto de libertad, deberán escribir obras muy ligadas a las coyunturas históricas y a los vaivenes ideológico- políticos de la organización partidaria”.

Mann, que tiene ya 68 años, no solo se siente viejo, enfermo, bajo de energía y en suma acabado para la creación, sino que también lo invaden los demonios de la duda. ¿Tendrá de verdad talento? ¿Su obra resistirá al tiempo? ¿Tendrá siquiera un valor artístico?”

Enfermo de tuberculosis, Ciro se hallaba recluido en un hospital ubicado en una zona rural en las afueras de Santiago. Y por las noches, desde su cama, oía ladrar jaurías de perros que corrían acaso detrás de una hembra en celo. Hasta que una de estas noches, oyendo el ladrido de los perros, estalló el recuerdo de una historia que escuchó de niño sobre una espantosa sequía que asoló los andes del norte del Perú. Todavía convaleciente y lleno de euforia, poblado de voces y recuerdos, se entregó por completo a la escritura”.

Esplendorosamente escribe Ítalo Calvino: ´Si pienso que debo escribir un libro, todos los problemas de cómo ese libro debe ser y de cómo no debe ser me bloquean y me impiden proseguir. Si en cambio pienso que estoy escribiendo toda una biblioteca, me siento repentinamente aligerado: sé que cualquier cosa que escriba se verá integrada, contradicha, equilibrada, amplificada, enterrada por cientos de volúmenes que me quedan por escribir”.

Si dejamos de lado las tareas propias del oficio, fueron invenciones que las escribí con facilidad y felicidad, pues se me impusieron como una maldición o como una gracia o como una necesidad, y yo no tenía otra opción que escribirlas, aunque tuviera que esperar cuarenta años, como ocurrió con El mundo sin Xochitl”.

La condición mestiza, con sus complejas y degradadas manifestaciones, es un tema vertebral en La violencia del tiempo. A partir de entonces pude imaginar y entender el destino trágico de Calixto Suárez. Él pertenece a la mancha humana de los que desean escapar de este linaje. Y entonces un día llega a Piura Evelyn Farley y Calixto Suárez entiende que ha venido a rescatarlo y salvarlo y aún vengarlo de una vida degradada por la humillación, el rencor y la envidia que caracteriza el linaje humano al que pertenece”.

Necesitaba conocer todos estos detalles para después olvidarlos hasta que resurgiesen seleccionados, deformados y transmutados mediante la invención novelesca”.

El creador de ficciones fantásticas tiene la ventaja sobre el creador de ficciones realistas en que todo lo puede sacar de su imaginación y su mente sin apenas tener que informarse sobre la realidad empírica”.

El acto de la escritura es el momento privilegiado de la invención novelesca. Impulsada por corrientes subterráneas, a su vez puestas en movimiento por la memoria y las facultades asociativas del yo, todas las experiencias de la vida, del arte y la cultura cristalizan trasmutadas en el discurso narrativo a partir del cual comienza a existir realmente la novelas”.

Lo esencial, lo determinante, será el factor humano, ese oscuro mundo de instintos, deseos y pasiones que la condición mestiza genera”.

Este será un motivo recurrrente en su largo monólogo. Desde el magma de su resentimiento, hurgará en su memoria buscando palabras, expresiones, silencios, gestos, imágenes, bromas, ironías, con los cuales Evelyn Farley le manifestaba un soterrado desprecio”.

También recuerda el episodio cuando matricularse en San Marcos dio por muerta a su madre, a quien tanto había despreciado, como había odiado a su padre, pero con un odio teñido de envidia por su mujer alemana”.

Luego de una breve recaída en el desorden intenté hallar una salida, buscando conciliar la demanda social con esa oscura pulsión que es la demanda artística”.

Al volver a leer aquel texto juvenil, me quedaban dos opciones. O bien la reescribía totalmente, pues percibí sus deficiencias; o bien, permanecía fiel al espíritu con que la había escrito, ya que entonces me sentía todavía emotivamente muy cerca de la adolescencia”.

Pero ni siquiera en los años más febriles fui un ateo militante, pues siempre tuve respeto por los sentimientos religiosos de los demás. Socialmente la religión es una dimensión fundamental del imaginario colectivo y desde la perspectiva de los individuos constituye un elemento esencial de la vida interior de los seres humanos”.

Pues con el dogmatismo ingenuo de la juventud confundí actualidad literaria con excelencia literaria. ¡Cuánta hojarasca, cuanta pacotilla leí!”

Si entendemos la novela como un discurso que lleva implícito una visión problemática del mundo, en el que un yo rechaza y acepta al mismo tiempo su lugar en este mundo, entonces debemos considerar a Los ríos profundos como la primera novela propiamente dicha del Perú”.

Después del amanecer, iniciamos un recorrido por diversas cantinas de los alrededores de la Plaza de Armas, que era el reconocido territorio de Martín Adán. En realidad, no era difícil acercarse a él, lo que resultaba difícil era el diálogo, pues su ironía era temible, como la de alguien que ya está al otro lado de las cosas”.

Sin embargo, desde siempre, tuve una actitud independiente y crítica frente a los círculos literarios que fui conociendo y que frecuenté durante unos tres años”.

Cuando levanté la vista del libro, el tranvía llegaba al parque de Barranco. Recuerdo que me bajé y caminé al borde del mar porque me sentía triste y eufórico. Me puse a evocar largamente a mis amigos de la adolescencia”.

Yo hablaría de filiación antes que de modelos. Seguir un modelo implica imitación y la imitación, salvo como parodia, nunca es arte”.

Los protagonistas de mi novela, hasta donde yo puedo entenderlo, no se rebelan contra la disciplina de un colegio regentado por sacerdotes, sino contra una concepción de la vida basada en la culpa, el castigo y la muerte”.

Los grandes o pequeños dramas humanos, de muchachos y adultos, se despliegan dentro de contextos y fuerzas que los trascienden”.

En los albores de la literatura, el viaje o la aventura del viaje, era hacia el exterior, lo desconocido. En la novela moderna prima el viaje hacia dentro, donde lo desconocido subyace”.

Magno insistió. Fue persuasivo y tenaz frente a mis dudas y reparos. Pero al fin no acepté porque ni dejaba de pensar en las inconveniencias y en las expectativas de sus familiares. En realidad pensé como costeño o como un hombre de las ciudades, causando una gran desilusión a un amigo tan hermoso”.

Diversos son los motivos que nos llevan a viajar… ¡Vamos, Miguel! ¿Por qué en verdad estás en este pueblo? ¿Por el rollo ese de conocer el mundo andino? ¿Por una apertura hacia lo comunitario? ¡Déjate de cuentos! … Bueno, es imposible evitar que te asalten pensamientos de esta naturaleza. No será, me decía también a veces, mientras paseaba por mi amplia casa, que he venido en busca de refugio o, lo que es peor, de mi torre de marfil?”.

Pensaba en el autoconfinamiento de Flaubert. Pensaba en la mítica habitación blindada de corcho de Proust”.

Recuerdo que de joven, supongo que como muchos otros escritores de mi generación, abominaba de la torre de marfil. Después he comprendido. Pues, a fin de cuentas la bendita torre es nada más que el sitio de trabajo, muchas veces de trabajo forzado y a la vez placentero para los escritores. Puede ser la torre de prisión como la de la Bastilla donde estuvo recluido el Marqués de Sade. Puede ser la famosa habitación blindada con planchas de corcho de Proust. Puede ser cualquiera de los castillos donde se refugiaba Balzac huyendo de sus acreedores. Puede ser el cuarto de una pensión, o de un hotel de última categoría, o de un burdel, como en el que trabajó de portero Faulkner. Por eso aunque se la denigre y se evite nombrarla, ten la seguridad que todos los escritores han imaginado o soñado alguna vez con el lugar ideal para escribir, que por lo demás prefigurará la naturaleza y calidad de la obra a producirse”.

Ahora escucha lo que dice el querido Franz Kafka: ´A menudo he pensado que la mejor vida para mí consistiría en recluirme con una lámpara y lo necesario para escribir en el recinto más profundo de un amplio sótano cerrado. Me traerían la comida desde fuera y la depositarían lejos, tras la puerta más extrema del sótano, sería mi único paseo. Luego regresaría junto a mi mesa, comería lentamente, reflexionando, y de inmediato volvería a escribir. ¡Y qué cosas escribiría! ¡De qué abismos las arrancaría!´”

Fueron años estériles? No, no lo creo. Por lo menos, desde un punto vital, conocí otras realidades y otras formas de ser. Conocí a hombre y mujeres que de otra manera no habría conocido. Asumí ciertas ideas y procuré ser consecuente con ellas. Centré mi atención en cuestiones de teoría y me propuse iniciar una lectura desde este horizonte teórico e ideológico-político, de los textos fundamentales de la literatura peruana. Fui severo con las ideas que consideraba erróneas, pero nunca descalifiqué artísticamente una obra por cuestiones políticas. Supongo que en algunos círculos fui gozosamente detestado, pero en otros sectores alcancé alguna notoriedad de hombre lúcido. Pero yo no me sentía feliz ni contento conmigo mismo. No dejaba de pensar o soñar en las novelas que no había escrito. Y me sentía desleal con la pasión más arraigada de mi vida”.

¿Quién, por ejemplo, aparte de mí podría contar la historia de aquel anciano desquiciado por el rencor que, por temporadas, se amarraba un trapo rojo en la cabeza como símbolo de su rechazo al mundo? Y qué, en esos días infernales, so pena de flagelamiento, la mujer y los hijos tenían prohibido dirigirle la palabra, y entonces caía el silencio y el terror sobre ese modesto hogar campesino. Para apaciguar su furia, el anciano castigaba sin misericordia a los animales del corral. Hasta que cierto atardecer, ante la presencia obligada de sus siervos, este rey cruel y harapiento, solo pudo hallar reposo castrando al gran padrillo”.

En cuanto a mis lecturas, todavía tenía por delante una cierta cantidad de novelas cuya lectura juzgaba imprescindible”.

Mi infancia no fue demasiado dichosa, pero ahora, ya en la adolescencia, sobreponiéndome a cualquier tormento, sentía un gran desborde de vida y alegría que yo asociaba a mi creciente afición por la lectura de novelas, aunque éstas hubieran sido escritas por un escritor tan sombrío como Dostoievski”.

Pero lo más hermoso fue que si bien la novela me condujo al ateísmo, la misma forma novelesca me permitió admirar el lado estético y humano del catolicismo: no solo los fastos algo chamánicos de la liturgia o la músuca y las otras artes inspiradas o ligadas a esta fe; también, y acaso sobre todo, los asuntos de doctrina, de teología, pero considerados no en forma abstracta sino relacionados con quienes, en medio de las más ardorosas disputas, los sustentaron aun a costa de ser achicharrados en las hogueras”.

Así, paso a paso, llegué a entender que la novelas es una forma artística que permite leer novelísticamente la realidad y toda la experiencia humana. En esta lectura del mundo, los extremos se juntan y las paralelas se cruzan, porque, en suma, novelista es aquel que, como el tío Miceno, es un decidido ateo que cree en las ánimas benditas del purgatorio”.

Pero ahora estoy en 1981, he transpuesto ya la temida barrera de los cuarenta años y me siento descontento con todo lo que he hecho en materia creativa. Creo tener historias, muchas, infinitas historias que contar. Pero, ¿poseeré el talento y la fuerza par contarlas? En uno de estos días lúgubres, sombríos, recordé el viejo “altar” levantado por Vilma, quien había ido al penal a visitar a Carlos Eduardo, nuestro hijo. Había un enorme vacío en aquella escogida iconografía: faltaba Cervantes, el pobre Cervantes”.

No se puede servir a dos amos. Nada más imple que eso: no se puede servir a dos amos igualmente exigentes. Busqué salidas, tendí puentes, intenté fórmulas de compromiso. Fue inútil. Tuve que sacrificar al que consideré el más débil de los dos”.

Pero Martín no llega solo, lleva consigo una veintena de libros que, salvo los poemas homéricos y algunas tragedias griegas, todos son novelas, sus novelas favoritas”.

Cuando hace muchos años me enteré de que Joyce había leído la Odisea a la edad de nueve años, experimenté una oleada de sentimientos encontrados donde se confundían la admiración, los celos y le melancolía. Y fue esta misma melancolía la que terminó por imponerse frente a los otros sentimientos. Tontamente me pregunté: ¿Habría sido distinto mi destino de escritor de haber leído la Odisea a esa edad privilegiada’”.

Sin embargo me dije que mi recorrido por la historia de la novela sería incompleto sin echar una mirada a los autores que no pude leer en la niñez. No podía evitar cierto bochorno. ¿Yo, un hombre al borde de los cuarenta, leyendo autores de libros de aventuras para niños y preadolescentes?”.

La memoria humana es frágil. O más bien, la memoria humana dirigida por los poderes secretos que rigen el destino de los pueblos y naciones. Hoy el combatiente comunista se ha convertido en el gran réprobo. Pero no para el novelista que examina todas las formas de existencia dentro de la sociedad humana. No para la alabanza ni el vituperio, sino para comprenderlas como manifestaciones de lo humano”.

Tengo convicciones muy arraigadas. Desde niño supe para siempre de qué lado estaba mi corazón. Sigo creyendo que las rebeliones del individuo y las colectividades, no importa cuál sea el sistema social vigente, siempre se justificarán. Pero me siento incapaz para señalar derroteros y carezco de verdades que anunciar”.

Sí, debemos admitirlo, toda gran obra es única e inimitable y remite siempre a la individualidad de un gran artista, que no pocas veces escribió sin el apoyo del amor de una mujer, ni de un amante, ni de un amigo e, incluso, rodeado por la incomprensión y el odio de la gente de su tiempo”.

¿Y cree usted quien quiera que sea, que sin ese complejo de sentimientos que formaban la sustancia de mi vida y mi memoria habría emergido la idea o la imagen propiciatoria (que hizo surgir la historia)? ¿Son acaso mías las palabras? ¡Si ni siquiera puedo asegurar que me pertenecen los recuerdos!”

Las fronteras entre la memoria y la imaginación son difusas. Nabokov no establece diferencias entre ambas facultades, la memoria es imaginación y la imaginación memoria. Nunca se recuperan en estado puro los hechos del pasado; estos al ser evocados resurgen transformados por la imaginación. Pero se trata de transformaciones primarias. En cambio, cuando memoria e imaginación confluyen en el acto de la escritura novelesca se opera una suerte de salto cualitativo, de una transmutación que cristaliza en una entidad distinta y autónoma”.

¿Qué era lo que más me impresionaba de este mundo? La existencia del Mal. La tentación y el poder que adquieren los que se entregan a él. Si el señor obispo era el representante supremo de las fuerzas del Bien, entonces -así razonaba- son las fuerzas del Mal las que triunfan y prevalecen”.

Algunas años después, en mis travesías por los ríos de la selva, probé una vez ayahuasca, pero lo que conseguí fue un terrible desarreglo digestivo. La persona que me suministró el bebedizo me dijo que yo había perdido la virtud por carecer de fe”.

Según me había contado Vilma, a Vucov le decían “el polaco”, aunque todos en Huanta afirmaban que se trataba de un refugiado nazi, alemán de nacionalidad, que había llegado a la ciudad unos años después de la Segunda Guerra Mundial. Primero había pretendido a la señorita Elvira, pero al no conseguirlo cotejó y obtuvo la mano de la hermana menor. Desde entonces había manejado con mano dura a los indios de la hacienda y evitaba cuanto podía bajar a Huanta, pues Vucov, el polaco, despreciaba por igual a indios y señores”.

El propósito de Martín, como se lo confesara a su amiga Deyanira Urribari, es descabellado y descaradamente necrofílico, pero entendible desde las pulsiones de la vocación del novelista: él ansía impregnarse de su atmósfera y espíritu para poder describir, con verdad y arte, la habitación, como “una naturaleza muerta con una mujer ahorcada”.

Cómo no reconocerlo, si ciertas cadenas de asociaciones de imágenes, de lenguaje, de personajes e ideas, no hubieran sido posibles sin la peculiar aura y atmósfera que posee cada casa, cada habitación o vivienda donde se trabaja”.

Muchos episodios e historias de mi libro surgieron de un giro de lenguaje, de una palabra olvidada, de sucesos ocurridos mucho antes de yo naciera, y que ahora lleno de codicia escuchaba en las tertulias y sobremesas”.

Para un escritor nacer en un país como el Perú constituye ya de por sí un destino. Y escribir una novela en los años ochenta – la década más violenta de la historia del Perú republicano- implicaba ejercer el oficio de novelista dentro de una situación límite, por lo menos para los escritores que habíamos apostado por el socialismo”.

En el campo de la subversión hubo una ideología, un pensamiento rector y líneas políticas generales y específicas, pero en la mente, la conciencia e inconsciencia, tanto de los que elaboraron las estrategias y tácticas como de los que la llevaron a la práctica, actuaba este ser del que participan todos los peruanos y que no tiene un carácter atemporal y metafísico sino que se ha ido formando en siglos de agravios y humillaciones”.

Pero el imperativo creador te obliga a armar estrategias para hacer virtud de tus insuficiencias y limitaciones… ¿En qué consistió esta estrategia? En describir al detalle realidades imaginarias (es decir, sin basarme en un referente empírico) desde una perspectiva subjetiva”.

La situación sería la siguiente: en un momento particularmente crítico para el país y mi familia, el azar – el mejor aliado del novelista – hace que encuentre un refugio ideal para seguir escribiendo”.

¿Cuántas novelas podían escribirse con ese material? ¿No se corría el riesgo de ser homofóbico y antisemita? Pero el problema no era la homosexualidad en sí, sino esa alianza siniestra entre la homosexualidad y el poder. Por lo demás, no existen temas vedados en novelas, todo depende del tratamiento y el espíritu con que se escriba. ¿Cuántas, entonces?, me decía tirándome en el césped húmedo de rocío para recobrar el aliento”.

Si he escogido esta foto, sin ningún valor artístico, es porque me acerca al tiempo en que Carlos Eduardo entró bajo mi tutela. En el corazón del niño, aparte de haberle arrebatado para siempre a su madre, yo era el hombre que había impuesta en casa nuevas normas, nuevos hábitos y nuevo lenguaje para convivencia. Era el hombre que al concluir su primaria lo había sacado del Colegio Franco-Peruano, donde tenía a sus verdaderos amigos, y lo había matriculado en el Guadalupe. Verdad que podía continuar con sus estudios de francés en la Alianza, pero no era lo mismo, nunca sería lo mismo”.

Escúchame Carlos – Lo interrumpí -. Sea cual sea el juicio que te merezca, recuerda que yo era muy joven entonces y tú un niño bastante crecido. Deseaba que hubieras tenido tres años menos. Así me hubiera sido fácil mostrarte mi afecto”.

Cada novelista tiene sus propios métodos; los míos son variados. Cuando visito los pueblos de la región piurana (y de cualquier región, en realidad) me gusta pasearme entre las tumbas y lápidas más antiguas. Leo testamentos, expedientes judiciales, páginas sociales de diarios y revistas del pasado, guías turísticas y hasta guías telefónicas, pero sobre todo me gusta escuchar a la gente en los mercados, en los caminos y en los tambos”.

Pero un gran novelista es aquel que es capaz de crear personajes al margen de su experiencia, incluso sin contar con modelos de la realidad que le sirvan de punto de partida. Y justamente la gran maravilla es que estos personajes (“egos experimentales”, los llama Kundera) que no son más que una secuencia de frases sonoras pueden alcanzar una densidad existencial superior a la de los seres humanos de la realidad, en la medida que, en su dimensión simbólica, encarnen posibilidades de la condición humana”.

El abuelo y los tíos abuelos de Martín Villar y otros paisanos de la misma condición, por el sistema de enganche, habían trabajado como peones en las condiciones más inhumanas en la construcción de una obra que favorecía a una potencia que preparaba su gran despliegue para el dominio mundial. En cambio, alguien de la edad de Martín Villar, y que podía también ser nieto de Santos Villar, con todas las comodidades y honores y en un majestuoso carro diplomático visitaba aquella obra imponente que tanto sacrificio humano había costado”.

No solo se escriben novelas para comprender el mundo. También para protegernos y luchar contra él. El entretenimiento que ofrece la novela difiere esencialmente del entretenimiento que ofrecen, por ejemplo, las culturas mediáticas. Estas tienden al ocultamiento y a la banalización de la existencia humana, como bajo su creciente influencia lo hacen las novelas consumistas que en realidad son la negación de la novela, son seudonovelas. El entretenimiento que las novelas procuran, lo hacen luchando contra el olvido y revelando aspectos ocultos de la realidad y la condición humana. Por lo demás, la facultad de contar historias es lo último a lo que renuncian los seres humanos”.

La novela no solo es incompatible con el socialismo, sino que surgió como oposición y resistencia a los valores degradados del capitalismo. En realidad, la novela (y ahora más que nunca) surgió como defensa del yo, del individuo, de la autonomía de la persona contra todos los poderes que quisieron o aún quieren someterlo o aniquilarlo”.

La comunidad no es un conglomerado amorfo, también está formado por individuos, por conciencias, por “yoes”. El problema es que el Estado quiere reducirlos a una masa indistinta porque así le es más fácil cabalgar sobre ella y tiranizarla. Eliminar a los que quieren ser reconocidos en su soberanía le es indispensable para perpetuar su dominio sobre una masa sumisa. Y precisamente la existencia de individuos conscientes de sí, capaces de interrogarse sobre el mundo, dotados de pensamiento crítico, lo cual no tiene por qué negar ni impedir su integración dentro del todo social, es una garantía para que la comunidad no sea avasallada por los poderes que la gobiernan. Es garantía (y no me importa si esto suena enfático) para que el fuego de la rebelión nunca se extinga”.

En la novela el ensayo siempre está ligado a la visión narrativa de los personajes y tiene un carácter irónico, lúdico y conjetural”.

Pero a través de las visiones que suscita “el cactus dorado”, Martín (y con él el lector) no solo descubre el pasado familiar, sino que rompiendo todos los límites accede a un tiempo anterior y posterior a la Historia. ¿Qué enseñanza puede obtener el muchacho Villar con esta apertura? La siguiente: Que si el tiempo de la Historia es solo un momento, apenas un instante de lo temporal, pierde legitimidad el absoluto de las imposiciones del acontecer histórico”.

La búsqueda de Martín Villar de su pasado, abre los horizontes históricos y espaciales hasta el infinito: Spinoza y su idea de la sustancia infinita; el establecimiento de la relación con los elementos míticos: aire, agua, tierra, fuego: así termina la novela”.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La disciplina marcará tu destino- Ryan Holiday

“La ciudad de los niños”- Francesco Tonucci

Buscando un Inca: identidad y utopía en los andes- Alberto Flores Galindo.