Happycracia- Edgar Cabanas y Eva Illouz
Introduccción
La felicidad es un término habitual en nuestro lenguaje y cultura, considerado hoy como un conjunto de estados psicológicos que podemos gestionar con voluntad. Se presenta como el objetivo principal que da sentido a la vida y como un criterio para evaluar nuestras experiencias y logros. Además, se ha convertido en un elemento clave en la definición de un buen ciudadano, quien debe ser individualista, resiliente y optimista.
Sin embargo, existe una paradoja en el concepto de la auto-reinvención: quienes buscan construirse a sí mismos, a menudo dependen de guías y modelos que les indiquen cómo lograrlo. La ciencia de la felicidad, en este contexto, se asocia más con la ideología neoliberal y el capitalismo de consumo que con un enfoque objetivo sobre el bienestar humano.
Las críticas a esta visión de la felicidad se pueden agrupar en cuatro preocupaciones:
Epistemológicas: Cuestionan la validez científica de la felicidad y su conceptualización objetiva.
Sociológicas: Indagan sobre los intereses que promueven esta noción de felicidad y las consecuencias económicas y políticas de su implementación. Se observa que esta visión puede perpetuar la creencia de que el éxito o el fracaso dependen únicamente de las acciones individuales, ignorando las problemáticas estructurales y promoviendo un individualismo que desatiende la colectividad.
Fenomenológicas: La ciencia de la felicidad a menudo no cumple lo que promete y puede generar resultados paradójicos. Al establecer la felicidad como un objetivo universal pero indefinido, la búsqueda de la felicidad se convierte en insaciable y genera ansiedad en las personas que intentan cumplir con este ideal inalcanzable.
Morales: Al asociar la felicidad con la productividad y la normalidad, la ciencia de la felicidad plantea un dilema: se nos obliga a elegir entre sufrir y ser felices, lo que genera una culpabilidad adicional por no lograr superar el sufrimiento.
En conclusión, el concepto de felicidad resulta útil para justificar el individualismo bajo un discurso aparentemente neutral. Hoy, la felicidad se ha convertido en un conjunto de "mercancías emocionales", como servicios y terapias que prometen un mayor bienestar, alineadas con la imagen ideal del ciudadano neoliberal.
Capítulo 1: Expertos en tu bienestar
La ciencia de la felicidad sostiene que la terapia debería enfocarse no solo en abordar déficits y sufrimientos, sino también en potenciar la felicidad de individuos sanos y adaptados. Se argumenta que todos, desde los optimistas y exitosos hasta los que enfrentan dificultades, tienen derecho a recibir apoyo psicológico para maximizar su potencial.
Sin embargo, existe un sesgo ideológico en esta disciplina, influenciada por quienes la financian y aplican en diversas instituciones, como empresas y escuelas. Se ha criticado que, tras su fachada científica, la psicología positiva puede ser una psicología popular diseñada para el mercado. A pesar de esto, su éxito radica en su capacidad para integrar conceptos culturales sobre bienestar y salud, presentándolos en formatos accesibles y basados en datos empíricos.
Se postula que la felicidad es medible y, a diferencia de otros objetivos vitales, es autoevidente y universal, representando una aspiración natural. Esta creencia de que puede ser medida con precisión ha calado profundamente en la mentalidad individualista y utilitarista del neoliberalismo.
En la actualidad, la importancia del Big Data no radica solo en su capacidad para desentrañar la felicidad, sino en cómo puede moldear nuestra comprensión de ella de manera inconsciente. Al analizar nuestros comportamientos y preferencias, las empresas y organizaciones obtienen valiosa información que les permite influir en aspectos cotidianos de nuestras vidas: desde la información que consumimos hasta nuestras decisiones de salud y bienestar. Las emociones se han vuelto un foco para empresas y políticos, quienes buscan no solo comprender los sentimientos de la ciudadanía, sino también moldearlos, utilizando la emocionalidad como criterio para tomar decisiones en ámbitos políticos, económicos y culturales.
Por ejemplo, se ha observado que, en contextos de creciente desigualdad social, esta no siempre genera resentimiento, sino que puede asociarse a un "factor de esperanza". En este marco, el éxito de los privilegiados es visto como un estímulo para la mejora social y económica de los menos favorecidos, generando una percepción de mayor felicidad entre los ciudadanos a pesar de las desigualdades.
Capítulo 2: Reavivar el individualismo
El neoliberalismo debe ser entendido como un fenómeno que va más allá de una teoría política de prácticas económicas; se trata de una nueva fase del capitalismo caracterizada por varios aspectos clave:
La expansión constante de la economía en todas las áreas de la vida social.
La aplicación creciente de criterios tecnocientíficos en política y sociedad.
El fortalecimiento de principios utilitaristas centrados en la eficacia y la maximización de beneficios privados.
El aumento de la incertidumbre laboral y la competencia de mercado, así como la flexibilidad organizacional.
La creciente mercantilización de aspectos simbólicos e inmateriales como identidades y estilos de vida.
La consolidación de un ethos terapéutico que coloca la salud emocional y la autorrealización en el centro del avance social e institucional.
Además, el neoliberalismo se entiende como una filosofía individualista enfocada en el "yo", que promueve la idea de que todos somos actores independientes que, a través del libre mercado, modelamos nuestro destino. Este fenómeno ha sido denominado la "segunda revolución individualista", un proceso cultural que ha transformado las sociedades capitalistas avanzadas, convirtiendo conceptos como trabajo, educación y amor en cuestiones de proyectos personales y habilidades individuales. Como resultado, la dimensión social se ha erosionado en favor de la psicológica.
La felicidad se ha vuelto fundamental en las sociedades neoliberales porque está íntimamente ligada a los valores individualistas. Su relevancia actual se debe a su efectividad para reavivar y legitimizar el individualismo bajo un discurso científico que evita connotaciones ideológicas. Así, la psicología positiva equipara la felicidad con crecimiento personal y define el individualismo como una condición necesaria para alcanzar la felicidad, sugiriendo que el desarrollo económico incrementa la felicidad al fomentar estos valores.
Cuantitativamente, se argumenta que el 90% de la felicidad proviene de factores individuales; que la felicidad es aprendida y depende de la voluntad personal; y que los factores externos tienen un papel insignificante en el bienestar, dependiendo totalmente de la percepción individual. Frente a entornos inestables, las personas tienden a retirarse hacia su bienestar emocional personal, como se observa en tendencias como el mindfulness, que refuerza la idea de que son los individuos quienes deben adaptarse a un mundo problemático, en lugar de cambiar la sociedad.
Sin embargo, la búsqueda de la felicidad también puede acarrear problemas asociados con el individualismo, como soledad y ansiedad, lo que contrasta con afirmaciones de un aumento generalizado de la felicidad. Las expectativas sobre el bienestar personal pueden generar malestar y distanciamiento, ya que esta búsqueda individual se relaciona con sentimientos de descontento.
En el ámbito educativo, los enfoques actuales de educación positiva, que priorizan la emoción sobre la razón, pueden resultar insuficientes y potencialmente perjudiciales. Tienden a infantilizar a los estudiantes, haciéndolos más susceptibles a la frustración y creando una dependencia de la terapia y la evaluación psicológica. Este enfoque puede llevar a una preocupación obsesiva por la vida emocional, que socava la autonomía del alumno y lo introduce en un ciclo de ansiedad y dependencia terapéutica.
Capítulo 3: Positividad en el trabajo
La manipulación de los sentimientos ajenos exige inteligencia emocional y un enfoque cuidadoso. Las emociones negativas que surgen tras un despido, como la frustración y la angustia, pueden ser reemplazadas por motivación y esperanza, aunque esto implique una forma paternalista de manipulación. La clave está en que la persona debe decidir cambiar su actitud y ver el despido como una oportunidad de crecimiento personal, en lugar de como una pérdida.
La pirámide de necesidades de Maslow subraya la importancia de los factores emocionales y motivacionales en el ámbito laboral. En lugar de considerarse un simple medio de subsistencia, el trabajo debería ser un escenario para satisfacer las necesidades humanas, desde la seguridad hasta la autorrealización. Sin embargo, el neoliberalismo ha cambiado esta perspectiva, sugiriendo que la satisfacción de necesidades superiores solo puede lograrse a través de la autonomía y responsabilidad del trabajador, quien ahora es visto como una "empresa en sí misma" que debe prosperar en un entorno competitivo.
Con este nuevo paradigma, la psicología positiva se enfoca en que la felicidad del trabajador es fundamental para su éxito profesional. Se ha invertido la pirámide de Maslow, priorizando la felicidad personal como requisito para satisfacer otras necesidades materiales o de reconocimiento. Este discurso se alinea con la ética del capitalismo neoliberal y la creciente importancia del "capital psicológico", planteando que el trabajo debe verse como una oportunidad de crecimiento personal y no como una obligación.
Esta nueva realidad ha dado lugar a un régimen laboral caracterizado por trabajos más precarios y fragmentados, donde la responsabilidad del bienestar recae sobre el trabajador, mientras que las vulnerabilidades del mercado laboral se abordan desde la psicología. Aunque se promueve la resiliencia como una solución, es importante cuestionar si los trabajadores son los más beneficiados por esta narrativa, dada su compleja situación laboral.
Además, el concepto de emprendedor se ha glorificado en la cultura actual, posicionándolo como el motor de la economía. Sin embargo, esto ignora el hecho de que la autonomía laboral frecuentemente se transforma en una carga, ya que se espera que los empleados gestionen sus propios recursos y responsabilidades, todo mientras enfrentan crecientes exigencias y precariedad.
En este contexto, las empresas fomentan una cultura que prioriza la responsabilidad individual sobre la colaboración, lo que resulta en una falsa sensación de empoderamiento. La percepción de autonomía puede ser más importante que la autonomía real, lo que lleva a los trabajadores a asumir la culpa por fracasos que dependen en gran medida de las condiciones impuestas por las empresas.
En conclusión, esta nueva lógica laboral ha colocado la felicidad como un requisito indispensable para la adaptabilidad y el éxito en el trabajo contemporáneo. Las personas felices son consideradas más productivas y, a su vez, mejores ciudadanos. Así, una industria de la felicidad ha surgido, ofreciendo múltiples servicios y productos para el bienestar personal, basándose en la premisa de que la felicidad incrementa el valor personal y económico del individuo.
Capítulo 4: Se vende ego feliz.
La felicidad debe entenderse como un proceso continuo de desarrollo personal, en lugar de un estado final alcanzable. Las personas siempre deben aspirar a ser más felices, lo cual se fundamenta en la narrativa de convertirse en la mejor versión de uno mismo, aun reconociendo que este ideal es inalcanzable, lo que genera un sentimiento de incompletud permanente.
Este concepto de felicidad ha sido capturado por una industria global millonaria que ofrece una variedad de servicios, terapias y productos emocionales, presentados como métodos científicos para gestionar las emociones y transformar la psicología personal. En el contexto del capitalismo contemporáneo, estos servicios no solo brindan momentos de alegría y calma, sino que transforman la felicidad en un estilo de vida y anteponen la constante búsqueda de optimización personal al valor del individuo.
Además, esta narrativa pone en manos de los individuos la responsabilidad de gestionar su vida a través de la autogestión y el autocontrol, perpetuando la idea errónea de que son los únicos responsables de sus circunstancias. Así, las emociones se convierten en el foco del cuidado personal, donde su correcta gestión es vista como clave para la adaptación social, contribuyendo tanto a la salud mental como a la disfuncionalidad.
El auge de aplicaciones de bienestar refleja esta demanda de autorregulación, al convertir emociones y pensamientos en datos para perfiles de comportamiento, generando un ciclo de monitorización que valida la búsqueda constante de mejora personal. Esta presión se traduce en la construcción de una "marca personal", donde los individuos se ven obligados a proyectar autenticidad y felicidad, incluso en momentos de desánimo.
Sin embargo, la búsqueda de felicidad, que debería llevar a la satisfacción personal, se basa en un estado de incompletud. En una sociedad consumista, se enfatiza la idea de que la mejora continua es necesaria y deseable, creando una nueva generación de "hipocondríacos emocionales" que persiguen constantemente la corrección de sus supuestas deficiencias.
En definitiva, la promesa de felicidad se convierte en una trampa: mientras más se busca la satisfacción, mayor es la sensación de vacío. La idea de esforzarse por una felicidad siempre en movimiento parece insensata, pero paradójicamente, esta es la propuesta del concepto de florecimiento: convertirse en atletas de alto rendimiento en la búsqueda de la satisfacción personal.
Capítulo 5: Ser feliz, la nueva normalidad
La creencia de que la felicidad de una persona está intrínsecamente relacionada con su bondad moral es una característica predominante en la comprensión contemporánea de la felicidad. Se asume que una persona feliz es buena y viceversa, lo cual enmarca un elemento clave de la ideología de la felicidad actual. La psicología positiva, por su parte, aborda las emociones como estados fijos y naturales, lo que simplifica su complejidad y omite la conexión entre la vida emocional y aspectos como el poder, el consumo y los valores morales.
Además, la división rígida entre emociones positivas y negativas es engañosa, ya que en la realidad, las emociones son inherentemente ambivalentes. Por ejemplo, la esperanza combina el deseo de un resultado positivo con el miedo a la decepción, mientras que la alegría puede motivar a la acción, pero también a la complacencia. Las emociones tradicionalmente consideradas "negativas", como la envidia o la ira, pueden jugar un papel crucial en la cohesión social y la identidad personal.
La psicología positiva promueve una visión de la felicidad que puede ser dañina, al convertirla en una obligación y responsabilizar a los individuos de su sufrimiento. En un contexto donde se espera que todos conviertan la adversidad en crecimiento, hay poco espacio para la disconformidad o la protesta. Este enfoque no solo minimiza el valor de emociones consideradas negativas, sino que también ignora las realidades complejas de la vida.
Finalmente, la creencia de que la felicidad se logra únicamente a través de actitudes positivas banaliza el sufrimiento, al definir como indeseables emociones como la tristeza o la ira. La vida está compuesta de elecciones que implican sacrificios y tragedias inevitables. Reconocer esta complejidad es esencial para entender la naturaleza humana y la búsqueda del bienestar.
Conclusión
La búsqueda de la felicidad, aunque pueda parecer beneficiosa, a menudo favorece más a la idea de felicidad en sí misma y a quienes detentan el poder sobre ella que a nuestro auténtico bienestar o al de nuestra comunidad. Esta búsqueda no siempre enriquece nuestras vidas, sino que, por el contrario, refuerza la legitimidad y el dominio de la felicidad en nuestra existencia.
No es la felicidad la que se ajusta a nuestras emociones, pensamientos o experiencias complejas; somos nosotros quienes debemos adaptarnos a sus exigencias tiránicas y a su lógica consumista. Por ello, es fundamental cultivar una esperanza crítica, basada en la justicia social y en la acción colectiva. Esta esperanza debe ser empoderadora y no paternalista, permitiéndonos enfrentar y transformar las adversidades en lugar de negar su existencia.
Asimismo, es esencial reconocer el valor de los sentimientos negativos, como la ira y el resentimiento, que impulsan el cambio social y cuestionan el orden establecido. Estigmatizar estos sentimientos significa ignorar las raíces del malestar social.
Finalmente, el placer y la búsqueda de la felicidad no pueden reemplazar la realidad, el pensamiento crítico ni la autoreflexión. La industria de la felicidad, que busca controlar nuestras percepciones, no solo confunde nuestra comprensión de la realidad, sino que también deslegitima nuestro conocimiento y nuestra capacidad de acción. En lugar de priorizar la felicidad, debemos centrarnos en el conocimiento y la justicia, que son los valores más revolucionarios en nuestras vidas.
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