La familia en la historia- María Antonia Bel Bravo
PLANTEAMIENTOS TEÓRICOS PREVIOS: HACIA UN NUEVO ENFOQUE EN LA HISTORIA DE LA FAMILIA
Philippe Ariès señala que, en el siglo XVIII, la familia comenzó a aislarse de la vida pública, buscando una mayor intimidad en el hogar. Este proceso no es lineal ni uniforme, sino que se manifiesta en diversas formas de desarrollo de lo privado que coexistieron y evolucionaron de manera gradual. Ariès identifica tres etapas: primero, surge un individualismo que separa al individuo de la colectividad; segundo, se forman grupos de convivencia social que permiten una conexión más restringida que la comunidad; y, por último, la esfera privada se reduce a la familia nuclear, que se convierte en el principal espacio para la afectividad y la intimidad.
Se observa una transición desde la familia tradicional, compuesta por grupos domésticos extensos, hacia la familia nuclear contemporánea, donde la convivencia se limita a la pareja. Este cambio está ligado al crecimiento de la privacidad y a un "individualismo afectivo". Antes del siglo XVIII, forjar lazos emocionales cercanos era complicado, reflejándose en relaciones sociales frías y violentas, según documentos de la época. La interacción entre las personas estaba marcada por la desconfianza, y la violencia física y verbal eran comunes.
Las relaciones familiares se concebían como "negocios", donde existía una alta mortalidad infantil y se favorecía la primogenitura, creando un ambiente de distanciamiento y manipulación. El intercambio y la sustitución de miembros de la familia eran prácticas comunes, en consonancia con las normas sociales de conducta del momento.
MUJER Y FAMILIA
Durante la Edad Media, la mujer desempeñó un papel crucial en la creación de una literatura cortesana y caballeresca, que exaltaba valores como la belleza, la virtud y la lealtad. Entre los siglos X y XIII, las mujeres ejercieron diversas funciones, tales como administrar feudos, participar en cruzadas y dirigir monasterios, alcanzando un considerable poder político, económico y social.
Con el advenimiento de los principios modernos de individualismo y voluntarismo, surgieron reivindicaciones feministas en un contexto más amplio que clamaba por la eliminación de discriminaciones basadas en el nacimiento. Era el momento de exigir derechos para las mujeres, junto a otras luchas históricas por la igualdad.
Hegel argumentó que esta marginación se debe a las diferencias inherentes entre hombres y mujeres: el varón simboliza la objetividad del conocimiento, mientras que la mujer representa la subjetividad guiada por el sentimiento. Sin embargo, se subraya que reconocer estas diferencias es un signo de cultura y distinción humana. Se aboga por aceptar lo natural y defender la identidad en lugar de armonizar artificialmente las diferencias.
La "intuición femenina" se menciona como una capacidad de comprensión integral, que incluye aspectos tanto intelectuales como emocionales, contrastando con los enfoques más abstractos y científicos que tradicionalmente han caracterizado a los hombres. Por lo tanto, no se trata de que hombres y mujeres asuman roles opuestos, sino de desahogar visiones reduccionistas sobre lo que se considera específico de cada género.
La familia: unidad económica y educativa
En las sociedades preindustriales, la familia era esencial para la subsistencia y predominaba en las estructuras artesanales y empresariales, donde era común el taller familiar y el trabajo doméstico. La economía de la época no requería más complejidades. Los bienes se transferían principalmente a través de dotes y sistemas de herencia, consolidando la familia como núcleo fundamental para mantener un orden social basado en el respeto hacia los mayores y los antepasados.
Labor educativa de la mujer en la familia
La educación en este contexto tiene un carácter acumulativo y externo, donde la instrucción se percibe como un inventario de conocimientos sin implicar la identidad personal. En contraste, la cultura se integra en la vida del individuo, representando una conexión más profunda y significativa. La verdadera cultura es una creación en constante evolución, mientras que la instrucción se limita a la superficialidad del saber. La relación entre cultura y verdad se entrelaza con la identidad personal. La paternidad y la maternidad también van más allá de la mera reproducción, incorporando dimensiones espirituales. La complementariedad entre hombres y mujeres en la educación es fundamental; ambos sexos poseen naturalezas completas que se expresan a través de sus diferencias, enriqueciendo la experiencia educativa.
Infancia y vida cotidiana
La esperanza de vida en épocas pasadas era escasa, lo que llevaba a los padres a mantener cierta distancia emocional con sus hijos, conscientes de la alta mortalidad infantil. Las creencias religiosas hicieron que la muerte se percibiera como un cambio natural y temporal. Hasta finales del siglo XIX, la infancia era vista como una etapa de fragilidad física, acentuada por los riesgos del parto y enfermedades. La literatura del Siglo de Oro reflejó preocupaciones sociales sobre las mujeres derrochadoras, culpadas de disuadir a los hombres del matrimonio por temor a la ruina financiera a causa de la ostentación, lo que contribuía a la desconfianza hacia las uniones maritales.
LA FAMILIA ANTE LOS RETOS DE LA POSMODERNIDAD
Darwin, al hablar de las «razas inferiores», destaca la preferencia por aquellas que poseen cualidades como la intuición y la cooperación, lo que refleja una valoración de estas características en el contexto de la competencia. A lo largo de la historia, la humanidad ha desarrollado hábitos y capacidades que se centran en lo práctico y cotidiano, influyendo en la cultura y la naturaleza humana. Este enfoque economicista actual, que se impone en la realidad social, está en constante expansión y provoca una creciente mundialización.
El principal cambio en las relaciones afectivas es la creciente dedicación de los padres a su trabajo, lo que altera el ambiente en el que crecen los hijos. Actualmente, se valora más la calidad del tiempo que se pasa con los niños que la cantidad, aunque este tiempo es breve y debe cumplir ciertos objetivos.
Algo más que unidad tradicional de reproducción
La familia se presenta como un hábitat natural y esencial para el ser humano, promoviendo una conexión más allá de la genética. Es la dimensión que humaniza a sus miembros, brindándoles un marco para vivir y dar sentido a la vida y la muerte. Así, la familia se establece como el primer lugar donde se encuentran la verdad, el bien y la belleza, y donde los individuos buscan realizarse plenamente.
Cada acto familiar tiene una dimensión educativa, donde los padres son los primeros maestros que deben guiar a sus hijos para que se conviertan en «mejores personas». Este proceso de educación no debería centrarse únicamente en los logros académicos o en la preparación para obtener un trabajo, sino que debe abarcar la formación integral del individuo, enfatizando su valor como ser humano. La naturaleza humana, a diferencia de otras especies, requiere un largo periodo de dependencia, lo que subraya la importancia de la familia en el desarrollo del individuo hacia ser un ciudadano pleno.
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